Sobre el Sergas he escrito unas cuantas veces en las páginas de FARO DE VIGO. Habitualmente, para discutir debilidades y retos. Necesitamos reforzar la Atención Primaria para atajar y resolver un mayor número de problemas de salud en el primer escalón del sistema, más ágil y barato que la especializada. Es fundamental integrar la atención sanitaria y la social para hacer frente al reto del envejecimiento y la soledad. Porque de poco vale invertir mucho en reparar el cuerpo si, en cuanto se llega a casa, el paciente no tiene el amparo que necesita. La lista continua: tenemos pendiente el refuerzo de los medios destinados a salud mental; es fundamental actuar sobre los hábitos de las personas para afrontar la cronicidad en un horizonte de vida que se amplía; en el sector público español, en general, contamos con una de las plantillas más envejecidas de Europa por culpa, en buena medida, de los recortes de la década pasada que afectaron a la tasa de reposición, y también a las condiciones laborales; nos faltan especialistas formados en diversas áreas, situación que se agrava cuando llega el período de vacaciones; y podemos avanzar mucho en el frente de la economía circular en el ámbito sanitario.

Todo lo anterior es muy relevante. Hay que hablar y encontrar soluciones. Pero me temo que cuando incidimos solo en esto, cuando nos ceñimos a hablar de lo negativo, corremos el riesgo de que unos y otros pierdan consciencia de lo mucho y bueno que tenemos, que estemos sembrando la semilla de la alienación y alimentando los discursos a favor de la privatización de la sanidad.

Un accidente en mi pierna izquierda hace unas semanas, me está dando la oportunidad de experimentar el sistema en primera persona. Y lo que debo decir es que estoy asombrado y agradecido; me siento doblemente amparado, por mi familia y por el Sergas. Por supuesto, hablo de mi experiencia personal, sin pretender más que eso. Contar mi experiencia.

La actuación del 112 fue impresionante, en su tiempo de reacción, en resolver un traslado nada sencillo y en proporcionarme la primera atención. Y a partir de ahí, la semana en la que he estado internado, la atención ha sido impecable. La recibida por mí, pero también la otorgada a mis compañeros de habitación, Francisco y Juan. He observado mucho y me ha asombrado de la calidad de la atención, la empatía, el trato y el amparo de todo el personal, desde los camilleros y personal de limpieza a los cirujanos. Es una inmensa suerte contar con un sistema con esa calidad, con profesionales de alto nivel que te cuidan con ese esmero y dan lo mejor de sí.

Me siento orgulloso del Sergas y estoy más convencido que nunca que merece la pena invertir más en el sistema porque es muy bueno y sólido. Critiquemos y seamos ambiciosos. Por supuesto. Pero no nos olvidemos también de loar sus muchas virtudes, valorar su calidad y corresponder a sus profesionales como se merecen. Con aplausos, sí. Pero también con otras cosas.