Rematado ya lo que la gran mayoría en este país considera “periodo vacacional”, y ante la duda de a qué dedicarán ahora su atención los grupos políticos, merece la pena –quizá– alguna reflexión. Especialmente sobre las prioridades de quienes desarrollan su tarea en Galicia, y el panorama de sobrecarga electoral que viene. Es cierto que aquí, a diferencia de otras comunidades, sólo hay una cita programada con las urnas, la que renovará los ayuntamientos, pero también que algún “contagio” es inevitable.

A la espera, pues, de esa cita, que será en mayo y para todos los municipios de España, conviene recordar que sólo Cataluña, Euskadi, Andalucía y este antiguo Reino se “libran” de las autonómicas en la misma fecha. Además de que, dada la relativa incógnita de cuándo serán las generales, la dosis adicional de tensiones que “van” con esos periodos será aquí algo menor, pero se notará. Lo que importa, al menos desde un punto de vista personal, es que nadie se equivoque de objetivos.

(Se omite la referencia a otras elecciones, las provinciales, también comunes y que sirven para conformar los órganos de gobierno de las diputaciones. Ocurre que tienen la peculiaridad de que sus cargos no son elegidos por la ciudadanía, sino designados por los grupos políticos en proporción al número de votos que cada lista obtiene en los respectivos partidos judiciales. Eso las hace diferentes y con un sistema al menos tan discutible como las propias entidades que se constituyen. Y por eso merecen análisis aparte).

Así pues, la cuestión, ahora, consiste en determinar –lo que exige plantear el asunto de forma pública para ver si hay suerte y quienes deben, se explican– si los contrincantes gallegos pondrán en primer plano, o no, las cuestiones que más inquietan a la población que integra lo que alguien llamó “primer escalón de la democracia”. La alternativa es, como pasa a veces, mirar a otros horizontes algo más lejanos en el tiempo pero que muchos consideran “más importantes”, y por eso se dedican a la “alta política”, como unos cuantos la definen.

En teoría ambas opciones son compatibles y podrían conjugarse, pero siempre que se respeten las prioridades de los votantes. Porque forman el meollo de la diferencia entre unas elecciones y otras, pero debe quedar claro que lo que se juega Galicia en mayo no es la Xunta, ni el Gobierno central, sino aprovechar la cercanía, el conocimiento directo de los gestores y su trabajo. Y así separar el grano de la paja aprovechando la ventaja de la cercanía. En definitiva, para elegir entre sus vecinos a quienes crean mejores para encauzar hacia lo común los esfuerzos de cada cual. Lo que realmente se necesita escoger a los que sepan emplear los recursos para resolver problemas a veces “menores”, pero solo en apariencia: son tan serios y directos como el que más. Por eso, y porque están muy cerca de la realidad, es tan importante acertar.