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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El tío/vivo, otra vez

Así pues, a la vista de lo que hacen no pocos de sus dirigentes –y ratifican por activa o por pasiva los militantes de los partidos–, aumenta la lógica del deterioro en la imagen de la política que aquí se practica. Y es que, con las escasas excepciones que confirman la regla, quienes deberían dar ejemplo cumpliendo a rajatabla las prédicas que recitan son los que con mayor frecuencia y descaro se olvidan de sus propias teorías. El resultado es, como ya se dijo en alguna ocasión –por cierto, con notable malestar desde quienes se sintieron aludidos– que la gente del común tiene cada día más claro que lo que debería ser un servicio al interés general se ha convertido en una profesión.

(Y muy rentable, por cierto. Sobre todo para los que cuando llegaron a ella no tenían oficio ni beneficio. Con el bonus se pone en marcha lo que alguien llamó, y condenó, “puertas giratorias”. Que como casi todos saben ya, consisten en que quienes salen por ellas no necesitan dejarlas porque de inmediato entran en otro puesto tanto o más cómodo que el que dejaron. Y la historia está repleta de casos, igual que de reproches de quienes carecen de oportunidad para mover los goznes del carrusel. Pero nada varía cuando hay recambio en el poder: solo mudan los caballitos, pero el tío vivo y la música siguen siendo los mismos. Por eso se repiten los errores, y de ahí que crezca la mala imagen.)

Esta crítica, que se hace desde una opinión personal, es tanto más oportuna cuanto que acaba de conocerse otro caso de “puertas giratorias”, imputable esta vez a la nueva Xunta que, en su última reunión, decidió nombrar director de la Casa de Galicia en Madrid a un exsenador recién dimitido –que antes había sido alcalde de un municipio lucense, en el que renunció y después se le “eligió” para el Senado– y así a hacer hueco en la Cámara alta al ex/titular del Ejecutivo gallego, don Alberto Núñez. El trasiego confirma, además de una cierta impudicia –que no se justifica alegando que lo hacen todos: ya se sabe lo de que “mal de muchos, consuelo de tontos”–, la comisión de un error táctico por don Alberto.

La equivocación, siempre desde un punto de vista personal, no lleva a ratificar otro anterior: el del señor Feijóo al creer que podría debatir con el titular del Gobierno central con frecuencia. La realidad demuestra otra vez que don Pedro Sánchez es alérgico a las situaciones que lo pongan en evidencia. Por eso su señoría comparece poco en el Parlamento, explica menos e incluso acude a “ruedas de prensa” sin preguntas, o con ellas controladas. Y también por eso don Alberto tiene que hacer su tarea de oposición a través de los media donde, dado la actual distribución de apoyos y afinidades, juega casi siempre en campo contrario. Y basta con un repaso, aún leve, para percatarse.

El reciente episodio del tío vivo –o puertas giratorias: en el fondo da igual– corrobora otro dato muy compartido por las opiniones pública y publicada. En resumen, la de que el Senado es sólo un cachivache institucional y, por inútil excesivamente caro para mantenerlo tal como. Y, o se le da el papel que los padres de la Constitución pensaron para él –que fuese una Cámara de las Autonomías y no sólo una de segunda lectura– o lo mejor sería dedicar el recinto a Museo. O también que, aprovechando las campañas en pro del ahorro, y dada la escasez de plazas públicas en residencias de mayores, adaptar las actuales instalaciones a tan generosa misión. No se olvide que uno de los modos con los que Roma honraba a algunos de sus veteranos era mediante una plaza se senador.

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