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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La respuesta

“Algo había” de falta de atención, olvido, desinterés o simplemente incapacidad, en la actitud de la ministra de Industria señora Maroto en su relación con “Stellantis”. Y la iniciativa del senador vigués don Javier Guerra pudo influir en la respuesta –en apariencia positiva, pero habrá que esperar– del Gobierno hablando de vías de financiación “alternativas” de financiación. Además de ratificar, aunque de forma indirecta, que la relación de doña Reyes con el máximo dirigente de la multinacional señor Tavares es nula: ofrece diálogo, pero menciona a otro dirigente. Todo ello, traducido al lenguaje coloquial, significa que ese Ministerio “le ha visto las orejas al lobo”, aunque falta por concretar si esa cita es por el riesgo de desubicación, el de la inflación en el proceso productivo y/o simplemente el electoral.

Para mayor cautela, conviene insistir en que se habla de plazos en otras cuestiones –entre ellas la de la conexión de MAT–, un tema en el que Galicia, y con toda razón, no es que dude, sino que desconfía, lo cual es todavía peor. Y aunque como dice el refrán, para muestra basta un botón, podría citarse todo un catálogo. La ministra de Industria prometió, cuando “Alcoa” anunciaba su cierre inmediato, un estatuto especial para las empresas electro/intensivas que está, parece, en el limbo. Y como, no se sabe bien por qué, lo industrial en cuanto a futuro y a veces de presente, lo lleva la inefable ministra de Transición Ecológica, en estos Reinos prima lo verde, “con razón ou sin ela”, frase que se atribuye a los habitantes de la comarca del Deza.

Hay más reproches que hacer, pensando en Galicia, a ambas las dos señoras ministras Maroto y Rivera Porque ni una ni otra parecen haber movido un dedo para amparar al sector de la pesca, ni en el rechazo a la política europea que defiende más a los peces que a los pescadores ni, por ejemplo, en la protección de la industria transformadora de la pesca gallega, ni en la polémica ampliación del espacio costero. Da la impresión de que, para las dos integrantes del Gabinete del señor Sánchez, ni siquiera existe curiosidad por las actividades de flotas de países terceros que no atienden las reglas internacionales ni al faenar ni al industrializar, y que después acuden a los mercados europeos como si tal cosa. Y sin que Europa como Unión, ni sus socios, rechisten.

Hay otro dato, tan curioso como criticable. En Galicia, que es un país en cuya entraña misma están las actividades relacionadas con el mar, y cuya alma cultural tiene, aunque haya quien lo crea cursi, huele a sal, buena arte del oficio político apenas le presta atención. En el Parlamento se cuentan con los dedos de una mano el tratamiento, por ejemplo en los últimos años que recibe la flota por donde quiera que trabaja, sea Namibia, el Gran Sol, Terranova y ya ni se cite el litoral marroquí. Y eso le duele a los gallegos/as, no sólo por ese olvido, sino por lo que significa sobre prioridades. Por fortuna, guste o no leerlo, el Reino tiene una conselleira que con coraje y determinación por el sector, pero falta tropa.

Cuanto queda dicho refleja tan sólo el punto de vista particular de quien lo expone, y por tanto es del todo opinable. Pero existen argumentos y hechos consumados que sostienen la opinión. Sobre todo uno: el sector pesquero, minoritario y que apenas cuenta en comparación con otros para el sagrado PIB al que adoran la mayor parte de las teorías económicas, tiene para Galicia, y conviene insistir en ello, un valor especial que no se puede medir ni contabilizar al uso. Y ese valor exige algo más que una referencia casual solo cuando ocurre alguna tragedia –la del “Villa de Pitanxo” debiera pesar sobre más de una conciencia– o si expulsan a barcos gallegos de alguno de sus caladeros. Y a eso no sólo no hay derecho: es una vergüenza.

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