Se puede decir de muchas maneras. Unas cuantas con palabras duras y otras más suaves, pero el asunto del que da cuenta FARO es grave, y ya se pasó la hora de las medias tintas: la perspectiva que asoma para el empleo en el sector de la automoción gallega mete miedo. Y no vale decir que en el 2035 “todos calvos”, porque una buena parte de la población de este antiguo Reino será pensionista, y el sector productivo al que se hace referencia verá amenazados sus empleos por la prohibición, en ese año, de la venta de automóviles movidos por combustibles fósiles. Que son entre otros la gasolina y el gasoil, sustituidos por la energía eléctrica que, hoy por hoy, tiene su precio por las nubes. Sin que alguien aporte soluciones reales ni previsiones tranquilizadoras.

Lo peor, quizá, es que los planes que se han publicado por el Gobierno central, e incluso el ministerio que se bautizó con el motivo aparente de su creación –“para la Transición Ecológica”– apenas ha despachado hasta ahora algún esquema en el que lo único concreto es el plazo que calcula para una serie de medidas a definir. Y con recursos que no se cuantifican, por lo que cabe aplicarle a esa tarea el adjetivo “balbuceante”, y eso desde la generosidad. No ha de extrañar, por tanto, que cuando este periódico advierte de un riesgo cierto para miles de empleos gallegos –solo en la automoción–, otras tantas familias no sepan a quién encomendarse, aunque en lo electoral empiecen a meditarlo.

(Es obligado, en este punto, insistir en que las cifras no incluyen a ninguna otra de las actividades que, con toda seguridad, serán afectadas también por el avance tecnológico y sus derivados. Lo que, si todo sigue en el limbo en que lo tienen la ministra y sus asesores y colaboradores externos e internos, parece lógico es que el panorama resulte como para echarse a temblar. Para los que están ahora en el poder y, sobre todo, para los que reciban la “herencia” sin capacidad de acogerse no ya al beneficio de inventario, sino con muy escaso margen para poner remedio a los males. Lo que es una opinión personal, pero quien haga cuentas en serio podrá a buen seguro compartirla).

En este punto, y dicho sin intención de reiterar críticas ya muy habituales, resulta ilógico que en la “transición” cuyo horizonte máximo se sitúa en el 2050, no se haya adoptado siquiera la precaución de introducir cambios necesarios en el terreno de la educación desde otro de los ministerios, el que responde al título, que en bastantes años no ha hecho sino sembrar confusión. Y eso a pesar de que, siquiera por analogía, es del todo previsible que los empleos directamente afectados por las nuevas tecnologías sean muchos más que los de la automoción. Sobre todo, si se refieren al conjunto de la economía española y no solo al de la gallega, especialmente débil de cara al shock que viene.

Conste que el panorama deja algún resquicio para la esperanza, siquiera a nivel autonómico. Este periódico recogía también el dato de que la Xunta de Galicia tiene preparado un plan para “habilitar” a varios miles de trabajadores –se supone que los más jóvenes a día de hoy– para ejercer las tareas que requerirán dentro de unos pocos años una serie de condiciones que ahora no tienen ni, de momento, están de forma específica señaladas en los planes de formación. Eso sí que, de llevarse a cabo como parece que debiera, se puede cumplir, debidamente adaptado, el refrán según el cual, “una sociedad prevenida vale por dos”. Y si es la gallega la que adopta esa sabia precaución, miel sobre hojuelas.