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Irene Bascoy

Cuatro recados a Ayuso

Feijóo y Ayuso, charlando ayer en Sevilla. J. MUÑOZ

Alberto Núñez Feijóo asumió ayer en Sevilla el reto de devolver el PP a Moncloa, tras una crisis que en un mes se llevó por delante a Pablo Casado. Los que ayer mismo le aplaudían y le aupaban al liderazgo de la primera fuerza de la oposición (98% de los votos a favor) son los mismos que en 2018 alababan al ahora presidente saliente y en marzo de este año le apuñalaban. Por ello, quizás ayer el político de Os Peares, con sus “sesenta tacos”, confesó: “No importa cómo empieza la historia, sino cómo termina”. Sabe con quien trata. Sabe que los aplausos de hoy pueden tornarse puñales. No es el PP. Es la política.

Hubo un momento en que el peso de la gran responsabilidad que ayer aceptó el político gallego hizo mella en el espíritu de su discurso: “Ser presidente de este partido no es un privilegio, es un mandato. No es un honor, es una obligación. No es una tarea, es un deber. No es un cargo, es una carga. Y si desde el principio lo tenemos todo claro, podemos hacer juntos este camino”.

Feijóo asume que se ha echado a las espaldas “una carga”, no sé si es el mejor ánimo para emprender esta nueva etapa, pero en todo caso el ya expresidente del PPdeG y todavía titular de la Xunta es consciente de dónde se mete. Sabe que Pedro Sánchez desde Moncloa está afilando los dientes, que Santiago Abascal está dispuesto a todo por dar el sorpasso … y que Isabel Ayuso está atenta por si tiene que salir de la Puerta del Sol y dar un paso adelante.

Feijóo se lleva del Congreso de Sevilla una lluvia de apoyos, aplausos y ovaciones, pero también pudo comprobar que la líderesa madrileña compitió en protagonismo con él. Compartió atención mediática con ella, y los vítores a la presidenta de la Comunidad no fueron a la zaga. Sabe que puede ser su recambio, si fracasa. Y sabe que ella lo sabe, y que además le tienta la idea. Para sacarse a Casado de encima, al que en el PP no veían opciones ante Pedro Sánchez, Feijóo y ella se aliaron. Ella, tocada por el escándalo de las mascarillas de su hermano, le respalda, porque sabe que no llegó su momento, y el ya nuevo presidente del PP nacional se apoya en ella porque la necesita. Ello no quita que el político de Os Peares aprovechara para lanzarle unos cuantos recados. Fue su manera de sentar los marcos de su relación:

“Sin fecha de caducidad”

Yo he venido aquí para ganar y gobernar … y mi compromiso no tiene fecha de caducidad”. Aviso a navegantes del político de Os Peares. Pide tiempo y que le dejen trabajar. Si el PP lograse un mal resultado en las próximas elecciones municipales, incluso si Feijóo perdiera en los comicios generales, no tendría por qué dimitir. Acaba de asumir un partido en shock, sumido en una crisis existencial, con VOX en la nuca, y tiene poco margen para cosechar éxitos. Además, el PP suele dar margen a sus líderes. Aznar y Rajoy tampoco ganaron a la primera.

Lealtad innegociable

“La unidad y la lealtad son innegociables”, proclamó Feijóo. El nuevo líder del PP prometió a los suyos que se dejará la piel para desplazar al PSOE de Moncloa, pero a cambio les exigió lealtad y unidad. “No creo en ni en adanes ni en caudillos, sino en el trabajo común porque divididos y endiosados no se consigue nada”, advirtió el viernes, justo después de que Ayuso accediese al auditorio, rodeada de cámaras y como una auténtica estrella.

“Creo en la política madura”

“Que nadie cuente conmigo para participar de este entrenamiento infantil en el que ha degenerado la política española”, declaró ayer Feijóo, y añadió: “La moderación no es tibieza, el diálogo no es sometimiento”.

En la jornada anterior, ya avisó: “Creo en la política madura, no he venido ni a crispar ni a insultar. Creo en la moderación y en la serenidad”. Recordaba así a Mariano Rajoy, cuya última obra se titula “Política para adultos”.

Precisamente moderación no es un vocablo que defina a Ayuso, quien además se mueve como pez en el agua en la política de tuits y crispación, que tanto denosta el nuevo jefe de filas del PP. De hecho, Feijóo deberá espabilarse, puede que no le guste marcar su estrategia en las redes sociales, ni opinar, sin madurar su posición, a golpe de tuit, pero en frente tendrá a la presidenta madrileña, que fija posición antes que nadie sobre cualquier tema (currículo de Secundaria, el giro sobre el Sáhara, ...). Le gusta ir por delante. Si Feijóo llega el segundo, la pregunta inevitable será: ¿asume las tesis de Ayuso o la contradice? El relato lo fijará ella, no él.

Le va a costar al presidente, que en Sevilla presentaba a Mariano Rajoy y José María Aznar como sus “referentes y ayudas imprescindibles”. Los analistas de la prensa nacional ya apuntaban ayer un cierto aroma de política vintage con la llegada de Feijóo y dudaban si esta vuelta al pasado vale para una España de hoy.

El contrapeso de Andalucía

El nombramiento de Elías Bendodo, consejero de Presidencia en Andalucía, como coordinador general del PP, con la sospecha de que habrá más andaluces en la nueva dirección, funcionará como un contrapeso al PP de Madrid, que también tendrá su cuota de poder. En el PP interpretan que Feijóo se apoyará especialmente en Juanma Moreno para sacar adelante su proyecto. No duda de su lealtad. Están juntos en esta aventura. Conocida es la sintonía que siempre ha reinado entre ellos. Forman un tándem, y si Ayuso se mueve, los tendrá a los dos enfrente.

Y el recado de la presidenta

Ayuso no desprecia ninguna oportunidad. Y en Sevilla aprovechó para reivindicarse como el verso suelto del PP. En la mesa redonda con los demás presidentes autonómicos, optó por un discurso de política general, casi presidencialista y puso deberes a su nuevo presidente: “Que gane elecciones”.

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