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Joaquín Rábago.

El hombre del año

No puede haber dudas de que la revista estadounidense ‘Time’ elegirá al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, como su próximo “hombre del año”.

Y lo es ya a todas luces: sale en todas las portadas de los medios occidentales, le vitorean en pie los legisladores de medio mundo, se elogia su valentía y capacidad de resistencia frente al oso ruso.

Dice con su habilidad de actor a cada Parlamento lo que este quiere oír: al de EE UU le recuerda Pearl Harbour; al británico, el Winston Churchill de “sangre , sudor y lágrimas”, no por supuesto al colonialista y racista que también fue.

Se permite abroncar a los alemanes por sus estrechas relaciones comerciales con la Rusia de Vladimir Putin y anima a su canciller federal a asumir finalmente el papel de liderazgo que le corresponde por el tamaño de su economía.

Y no se cansa de pedir a Occidente que ayude a su país invadido declarando una zona de exclusión aérea sobre el territorio, algo que por fortuna para todos nosotros ha caído hasta ahora en oídos sordos.

Digo “por fortuna” porque hacer lo que reclama el ucraniano, como proponen algunos valientemente desde sus redacciones o despachos, sería meternos a todos en la Tercera Guerra Mundial. Y eso parece demasiado incluso para la superpotencia.

Mientras tanto, las televisiones de todo el mundo recogen en tiempo casi real la salvaje destrucción de un país europeo, el dolor de las víctimas, muchas de ellas mujeres y niños, las oleadas de refugiados que llegan solo con lo puesto al resto del continente.

Todo lo que no hemos podido ver, sin embargo, en otras guerras, las de EE UU, como las de Irak o Afganistán, que parecían lejanas y no solo geográficamente sino acaso también por el color de la piel de sus miles de víctimas.

“Si no sobrevive Ucrania, no sobrevivirá Europa”, nos advierte continuamente Zelinski en plan Casandra. O proclama ya en plan más positivo, incluso optimista: “Si triunfamos, y de eso estoy seguro, será un triunfo para todo el mundo democrático”.

Un destacado historiador alemán llamado Karl Schlögel pide en un artículo de prensa que se cierre el cielo de Ucrania al agresor ruso y propugna un puente aéreo como el que salvó a Berlín durante la Guerra Fría.

“Zelenski sale en todas las portadas occidentales, le vitorean legisladores de medio mundo y se elogia su valentía y resistencia”

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Una escritora nacida en Ucrania y residente en Berlín que responde al nombre de Katja Petrowskaya declara en un popular programa de televisión que la historia nos enseña que a los tiranos hay que hacerles frente, sin pararse a pensar que anteriores tiranos no disponían como este del arma atómica.

Y periodistas, columnistas y tertulianos, convertidos de pronto en estrategas, jalean a los héroes anónimos de Ucrania y piden que no se les deje solos, que se les entreguen más armas para que puedan defender a su patria porque es lo que nos piden.

En ningún momento se escucha a los pocos que advierten de que ello solo va a servir para prolongar inútilmente la carnicería. Hay quien tacha a estos agoreros de “comunistas” como si Vladimir Putin no hubiera renegado hace ya tiempo de esa ideología y del propio Lenin, al que acusa de haber creado a Ucrania.

Entre las pocas voces discordantes en Alemania está el conocido periodista y escritor de origen polaco Adam Soboczynski, quien, a la vista del lenguaje belicoso de algunos de sus colegas, se felicitaba el otro día de que no sean ellos quienes deciden sobre las guerras.

Está también el popular filósofo Richard David Precht, autor de “El arte de no ser egoísta” (Siruela), que advierte en la revista ‘Stern’ de que intentar crear un nuevo orden de paz en Europa con exclusión de Rusia, como pretenden los atlantistas, representa una “bomba de espoleta retardada”.

A su vez, el músico Daniel Barenboim se ha sentido obligado a defender a la soprano rusa Anna Netrebko, quien ha declarado públicamente estar “contra la guerra”, pero eso no parece ser suficiente, según él, para quienes la critican y aplauden que los teatros de la ópera la boicoteen.

Mientras que la histórica del feminismo europeo Alice Schwarzer se dice “estremecida” cada vez que oye la palabra “héroes” relacionada con las guerras porque “quienes mueren en ellas no son por lo general los grandes héroes sino la gente sencilla”.

Schwarzer advierte también de que hay ya hombres en las fronteras de Ucrania esperando arrastrar a las mujeres que huyen de allí a la prostitución. En las redes, explica, se habla ya de “carne fresca de Ucrania”. Es lo que tienen las guerras.

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