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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La pataleta

Imitando a fray Luis de León, podría iniciarse el análisis de lo ocurrido durante el congreso del PSdeG/PSOE con un “decíamos anteayer”. Y es que, sin intención alguna de presumir de profeta, que ya se sabe cómo terminan, era del todo previsible: el vencedor, señor González Formoso, ha reforzado la estructura de su partido con poder real, que es el de los municipios y las diputaciones a falta del autonómico. Y, además, “premió” a la agrupación más importante de Galicia, que es la de Vigo, con la presidencia para la señora Silva –que no parece, esta vez, un puesto ornamental– en muestra quizá de gratitud por la escasa beligerancia de sus cuadros durante las primarias recientes.

Frente a esa demostración de mentalidad práctica –porque la mera teoría, en estos tiempos, sólo es quimera–, la parte discrepante, que es ya menor que el cuarenta por ciento que hace más o menos un mes votó otra cosa, ha adoptado la actitud política más infantil que darse pueda en una situación como la que ahora le corresponde: gritando lo de “tongo”, enfurruñados, como si la denuncia no constituyese un torpedo directo a la línea de flotación no sólo de la nueva dirección, sino del partido entero. Incluyendo a la cúpula federal que respalda a la gallega.

(Y, por cierto, que mediante voz autorizada advirtió con rotundidad a los disconformes sobre la obligación disciplinaria de aceptar los resultados de un proceso democrático. Algo que, al menos desde la óptica personal de quien escribe, pareció un mensaje al grupo parlamentario de los socialistas de Galicia, donde don Gonzalo Caballero cree tener un búnker para la resistencia; al que, por cierto, los gritos de “tongo” van a cuartear, porque si de verdad lo creen, los diputados de esa fe sólo tienen un camino: abandonar el partido e irse al grupo mixto, lo que sería surreralista, o presentar su dimisión y marcharse a casa, lo que equivaldría a aceptar la derrota y los resultados del congreso. En ese lío, o peor, se han metido don Gonzalo y los suyos.)

Expuesto todo ello, del envite del señor Formoso –por “lo que hay” en vez de por “lo que podría haber”– es positiva. Primero porque entre los futuros retos que ha de afrontar, el primero es el de las elecciones locales, y ahora mismo en Galicia nadie hay con tanto poder real en ese nivel como el que tiene el PSdeG: cinco de las siete grandes ciudades, tres diputaciones de cuatro y el control de la FEGAMP. Si eso no es una apuesta ganadora, al menos frente a su actual rival y posible socio de futuro el BNG, pues a ver cuál la mejor, salvo la del PPdeG. Que cuenta con la Xunta, pero con desigual balance local. Aunque también es verdad lo que dicen algunos de sus dirigentes: que en ese terreno ya parecen haber tocado fondo.

Ése parece el panorama, insistiendo en la incógnita del grupo parlamentario del PSdeG, que sería el mejor aliado –aunque involuntario– popular en caso de no acomodarse a lo lógico en política, que es ajustarse a lo que la dirección de su organización decida. o llevar su pataleta a la Cámara. Y eso no sería infantil, sino suicida.

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