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Ceferino de Blas.

Iconoclastas urbanos

El embadurnamiento con pintura de la estatua de Julio Verne, una de las más visitadas de la ciudad, en la zona del Náutico, la ruptura del brazo con el periódico de la escultura de Manuel Castro, en la calle del Príncipe, y las pintadas y agresiones a los nautas de Leiro, en A Laxe y la plaza de A Estrela, muestran que han reaparecido los iconoclastas urbanos.

Son de dos tipos: los aspirantes a artistas que practican un modo de graffiti y los más torpes, que simplemente manchan. Si se fijan, encontrarán múltiples ejemplos.

No lo son al estilo clásico ni como los talibanes que derribaron las estatuas gigantes de Buda, de Bamiyán, personas enrabietadas y dispuestas a que no habiten entre ellos nadie que no piense igual.

Algunos de los que están entre nosotros son de la clase de los gamberros de categoría supina, y como tales indeseables para vivir en sociedad mientras no cambien y aprendan convivencia.

Vigo es una ciudad limpia, hasta el punto que desde hace años viene siendo premiada por el buen estado de sus calles y plazas. Es su “modus vivendi”, porque ya se instalaron papeleras hace más de un siglo. La limpieza invita a sentirse satisfecho y a repudiar la suciedad, por lo que no se merece la presencia de gamberros que la desdoren.

"Son de dos tipos: los aspirantes a artistas que practican un modo de graffiti y los más torpes, que simplemente manchan"

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Esos ataques a las estatuas y otros elementos ornamentales contrastan con la imagen de museo al aire libre que perciben los visitantes en Vigo y muestran los grandes murales que adornan decenas de fachadas, las esculturas y otros detalles artísticos que la embellecen. Es como si los nuevos gamberros quisieran contrarrestar la estética luminosa de la urbe con pintadas y manchones en cualquier superficie limpia que pudieran deformar: un edificio, un banco, una pared, una puerta, la luna de un escaparate, una estatua.

Las pintadas son signo de decadencia. Hace años, en pleno proceso del hervor independentista de Quebec, cuando se llegaba a Montreal, los guías explicaban que aquellas pintadas que embadurnaban los edificios industriales y otros inmuebles de la ciudad que se iba atravesando, eran la consecuencia del peor momento que había vivido la población. Afeaban una ciudad tan bella.

Pero Vigo no atraviesa un mal momento, al contrario, a pesar de sufrir uno de los periódicos episodios de crisis de una parte del naval, del que pronto saldrá y lo hará con más ganas de aprovechar la potencia de este sector de la industria tan entroncado a su economía para mejorar. Vigo vive una etapa ascendente en muchos de sus ámbitos, desde el empleo que crece, el urbanismo que se recupera, la Universidad que gana prestigio o el comercio que se ha encumbrado con Vialia, que no puede permitirse que afeen unos gamberros iconoclastas.

La Policía local –tan diligente cuando se trata de mínimas infracciones de aparcamiento–, debería extremar la vigilancia sobre este tipo de gamberros. Por fortuna no deben de ser tantos, y nada hay más disuasorio que una buena multa o la sanción de una compensación social.

"Con el esplendor que aportan a los paisajes urbanos las estatuas, ¿qué les pasa por la cabeza a esos gamberros que las agreden?"

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Obviamente no son iconoclastas en el sentido estricto ni etimológico de rompedores de imágenes, pero sí en el sentido laxo del término, porque parece que las repudian cuando se convierten en objeto de su inconsciencia o de su odio. ¿Cómo se explica que atenten contra un personaje tan popular como Manuel Castro o contra la estatua de Julio Verne, que es uno de los escritores que ha entusiasmado a millones de jóvenes de todo el mundo con sus relatos y ha elevado a categoría artística la bahía de Rande, y visitó Vigo dos veces?

Con el esplendor que aportan a los paisajes urbanos las estatuas, ¿qué les pasa por la cabeza a esos gamberros que las agreden? Son patrimonio de todos, hacen más atractiva la ciudad y necesitan protección. Lo dicho, lo mejor contra sus desaprensiones, una buena multa o un servicio social contundente que les haga pensar, un ejercicio que no deben practicar mucho.

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