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Ceferino de Blas.

Los valores de una sociedad

Hace ahora un siglo, Vigo se vio agitado por una gran conmoción, a causa de unas sustracciones de dinero de las Oficinas Municipales de Arbitrios, por lo que fue cesado el alcalde, Ceferino Maestú, cuando se encontraba navegando en el trasatlántico “Lutecia”, tras haber sido nombrado Inspector de Emigración.

Decretó el cese el gobernador civil, Leonardo del Saz Orozco, y fue comunicado a la Corporación en la sesión del 18 de noviembre de 1921, a la que previendo lo que iba a ocurrir habían acudido muchos vigueses que ocuparon todo el salón de plenos y hubo que habilitar otra sala contigua para acoger a más.

La causa del cese, más que las cuatro sustracciones consecutivas de dinero del Negociado de Arbitrios, por importe “de más de 1.000 pesetas”, era que el alcalde hubiera abandonado el puesto el 9 de octubre, sin comunicárselo al Gobierno Civil.

“Y considerando que el hecho constituye una falta más que grave, dejando en indefensión la honorabilidad de multitud de personas dignas de todo respeto y considerando que el haber sido nombrado inspector de Emigración el señor Maestú lleva en sí la incompatibilidad que determina la Ley”.

A Maestú, de reconocida familia viguesa, excelente abogado y buen alcalde, que había conseguido alimentos para la ciudad en una época de enorme escasez, después de ir a Andalucía a comprar aceite y otros productos de primera necesidad, no lo cesaban por desidia del cargo, ya que había iniciado un expediente en cuanto se enteró de la primera sustracción. Lo cesaban por ausentarse sin permiso superior –como era costumbre, lo había comunicado a la Corporación que había accedido–, y de hecho, el alcalde en funciones, Abdón Trillo, tras leer la comunicación del gobernador, manifestó que “la Corporación solo debe admitir darse por enterada, lamentarla y desear que los recursos que la ley concede a Maestú Novoa para su defensa tengan favorable resultado”.

"Ceferino Maestú fue concejal y buen alcalde, un vigués ilustre cuyos restos reposan en el cementerio de Pereiró"

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Lo tendrán, ya que Maestú volverá a ser admitido en la Corporación, a los pocos meses, pero ya no asumirá ningún cargo, y abandonará el Ayuntamiento de Vigo. La razón es que se había casado y había aceptado el cargo de Inspector de Emigración que le dificultaba ocuparse de ninguna responsabilidad municipal.

El gobernador le pasó factura por anteriores discrepancias, con la excusa de que debiera haber destituido al recaudador de Tributos, cuando se detectó la primera sustracción y solo le abrió un expediente. Los Tribunales demostraron que Maestú tenía razón.

El episodio da pie a analizar los valores de los vigueses y permite llegar a la conclusión de que formaban una sociedad de gran integridad. Las consecuencias de este suceso revelaron la salud ética de Vigo, de sus ciudadanos, representados por su Corporación.

Las corporaciones municipales son el reflejo de la sociedad que representan. Están extraídas de entre sus miembros, representan sus principios, muestran sus capacidades, practican su estilo de vida, son, en definitiva, un compendio de lo que es el conjunto social. Y la Corporación viguesa, ante el hecho que motivó el cese de su alcalde, reaccionó como correspondía. Como una sociedad con principios.

Considera inaceptable cualquier hecho que ponga en entredicho su honradez. Es la demostración de que tienen asumidos unos principios de los que jamás podrían dimitir: la integridad, la probidad personal y colectiva.

La ética de la Corporación era evidentemente la traslación del común de la comunidad, que exigía a sus dirigentes que se comportaran correctamente, y por eso su indignación ante algo que afectaba al Ayuntamiento. Pero también la ponderación para saber delimitar las responsabilidades personales en los hechos.

La salud de una comunidad se mide por sus valores, y la reacción de la viguesa ante un suceso que consideraban oprobioso causó indignación porque no concordaba con su ética. Pero no podía ser motivo de imputaciones injustas para compensar el daño causado a la imagen comunitaria.

Por eso los vigueses que llenaron el consistorio no acudieron a montar un escándalo ni a vitorear al alcalde cesado, sino a informarse. Y aceptaron el buen criterio del regidor sustituto, Abdón Trillo, de lamentar la decisión del gobernador que acataban por respeto a la ley.

Y acertaron, porque Ceferino Maestú, que se trasladó a vivir a Cádiz, donde ejerció de abogado, fue un ciudadano ejemplar que se comprometió con la República, siendo por breve tiempo gobernador civil de Huelva, y después alcalde de San Roque. Ocupando este cargo, al estallar la guerra civil fue una de las primeras víctimas.

Aunque haya residido los últimos años fuera de Galicia, sus familiares lo devolvieron a la ciudad donde nació y de la que fue concejal y un buen alcalde. Es un vigués ilustre, cuyos restos reposan en el panteón familiar del cementerio de Pereiró, que merece ser recordado.

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