Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Manuel Ponte

Inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Sobre los entierros bonitos

Una vez conocida la intención de la Fiscalía del Tribunal Supremo de archivar las investigaciones sobre una presunta responsabilidad penal del rey emérito, se ha vuelto a rumorear que el viejo monarca pudiera estar barajando la posibilidad de regresar a España. Al parecer, se aburre en la jaula de oro que le ha buscado el gobierno de Emiratos Árabes Unidos y echa de menos la compañía de esa parte de la familia que todavía le habla y de los amigos de toda la vida. Mientras tanto, continúan saliendo de las imprentas libros y artículos en torno a su figura histórica y hasta qué punto esta se ha deteriorado después de las revelaciones escandalosas sobre sus supuestas actividades como comisionista internacional.

El último libro en aparecer, ‘Mi rey destronado’, lo firma la escritora francesa Laurence Debray (hija del polémico intelectual Régis Debray) con la que mantiene desde hace años una relación de afecto y amistad. En virtud de esa relación de confianza, Juan Carlos confiesa a la periodista algunas valoraciones curiosas sobre situaciones y personajes durante su largo reinado. Por ejemplo, de Francisco Franco, para el que no hay ni una mala palabra (al fin y al cabo fue el general ferrolano quien lo sentó en el trono), opina que su gran logro político fue haber creado una clase media que a la postre estabilizó el país. “Yo me apoyé en eso”, reconoce. La faceta de Juan Carlos de Borbón y Borbón como “rey de la clase media española” merece otro libro y no dudo que algún historiador empiece pronto a escribirlo, si es que no lo ha empezado ya. Entre tanto, la confidencia más curiosa sobre la campechanía borbónica nos la ofrece el propio rey emérito al reconocer que, con 83 años, parece haber llegado el tiempo de “pensar en su entierro”. Y no quiere un entierro de medio pelo, ni discreto, ni vergonzante, ni en tierra extranjera, como cantaba doña Concha Piquer, sino un entierro digno de un rey. Eso sí, con la pompa y el boato que requiere tan solemne ocasión, pero sin exagerar el luto, ni las coronas de flores, ni los rezos de los curas, ni el número de voces angelicales que requiere el coro. Más o menos como lo que hizo su lejano pariente Felipe de Edimburgo, que dejó por escrito, y con todo detalle, el ceremonial que quería para su entierro y funeral. Un alarde de sobriedad y buen gusto, que él quisiera parecido.

De Franco, el emérito opina en el libro de Debray que su gran logro político fue haber creado una clase media que estabilizó el país

decoration

No dice nada en el libro sobre el entierro y funeral de la primera esposa de su hijo el príncipe Carlos, un río desbordado de sentimentalidad colectiva a los acordes del piano de Elton John. No dice nada el elegante aristócrata alemán, pero se intuye que eso no es lo que él quería. Desconozco si el rey emérito ha confeccionado el protocolo de su funeral, pero lo que sí ha dejado claro es que quiere un “entierro bonito” como lo fue el de su padre, el conde de Barcelona, en el Escorial. En materia de gustos, todo es opinable, aunque hay que darle la razón al fallecido político socialista Alfredo Pérez Rubalcaba cuando dijo aquello de: “En España enterramos muy bien”. Y hasta varias veces al mismo cadáver. José Antonio (el de la Falange) fue enterrado por primera vez en Alicante, después trasladado al Escorial, y luego, al Valle de los Caídos, donde espera un nuevo desplazamiento.

Compartir el artículo

stats