Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Touriño

Mirador de lobeira

Antonio Touriño

Almejas en el bañador

Hay pillines que esconden sin pudor puñados de almeja en las entretelas de sus bañadores. Quizás sean descendientes del Lazarillo de Tormes porque las excusas cuando les sorprenden son tan absurdas y vacuas que las conchas se abren y les delatan.

La verdad es que se merecen una buena azotaina, acción sin duda más efectiva que una sanción económica, ya que total serán insolventes toda su vida...

Pero como la violencia, aunque solo sea educativa, está mal vista habrá que buscar soluciones alternativas para que el trabajo de todo el año de las mariscadoras no se desparrame por la borda.

Berberecho a berberecho, almeja a almeja, esquilmar todo un parque de cultivo es tarea fácil para los sinvergüenzas que se esconden con sus cubitos de juguete entre la multitud de bañistas.

Son fáciles de detectar pues el que más y el que menos se agacha en la orilla más veces de las que sería razonable. Y claro, llaman la atención del “respetable”, que se diría en la plaza, pero sobre todo de los rudos vigilantes de la cofradía, hartos de las burlas de unos y otros. Por ello se compraron un dron.

Claro que lo que haría falta es un Algarrobo que acojone. Uno de esos que nunca permitiría que alguien robase una bellota en la sierra de Almería, pues se trata de hacer justicia de la auténtica. Y es que lo sensato sigue siendo la de la tierra para el que la trabaja, que se diría al recordar la caída del poder de la burguesía.

Y la tierra de Arousa es la arena de Areoso, de Punta Quilma, de O Facho o de A Concha-Compostela. Y son las mujeres, y algunos hombres, quienes se dejan el espinazo todo el año, haga frío o calor, llueva o truene, quienes transforman en riqueza estos espacios naturales.

No se puede consentir que unos pijos se aprovechen del sudor y de la salud de un colectivo al que ni siquiera la naturaleza le regala lo que cosechan con tanto esfuerzo cada día. Este verano ha vuelto a ser igual. Los “furtivos de bañador” han vuelto a las andadas y saquearon los bancos más productivos, con el agravante de que ni siquiera han sabido hacer el mejor arroz con almejas del mundo, ni mucho menos; sin olvidar los destrozos que dejan a su paso, como cuando un ladrón rompe la cristalera blindada de una joyería.

En suma, una catástrofe con la que las cofradías tienen que lidiar cada verano porque la regulación es tan suave, tan laxa, que los turistas desaprensivos ni la tienen en cuenta. Y hasta presumen de arrestos para enfrentarse a sus únicos y auténticos propietarios, esos que invierten su esfuerzo para que el marisco arousano sea el más apreciado del mundo entero.

Arousa es el paraíso del marisco gracias a ese tesón y cariño que se pone sobre los recursos del mar. Como lo son las cerezas del Jerte, las fresas de Lepe, las naranjas de Valencia o las patatas de Xinzo.

¿Qué dirían ustedes si alguien acude con sus furgonetas a saquear los viñedos de albariño, los tomates de la huerta de Murcia o las aceitunas de Jaén?

Proteger esta industria es misión de todos. En verano no vale todo como se creen estos ladrones de Meyba rosa. Relajar las medidas de vigilancia es un error que luego pagan las de siempre.

Menos mal que se aproxima por el horizonte un episodio lipofílico de esos que obligan a depurar. Y es que la Naturaleza es sabia y contribuye con el Karma de forma entrópica para que en el caos todo vuelva a su orden. Justicia divina, en suma.

Compartir el artículo

stats