Dice el antiguo refrán que nunca es tarde cuando la dicha llega, y probablemente es cierto. Pero, a la vez, conviene admitir que hay retrasos y retrasos, y eso condiciona la felicidad, algo que podría aplicarse a la reclamación del alcalde de Vigo para que se elabore un Plan estratégico en el sector naval. Se le puede llamar de formas diversas, pero lo que se busca es lo mismo que, por ejemplo, lleva nucho tiempo exigiendo FARO. La incógnita, ahora, es cuál será la respuesta de los gobiernos que tienen que aplicarse para lograr cuanto antes lo que se necesita ya.

El señor Caballero –don Abel–, que tiene más que demostrada capacidad, agilidad y la astucia necesaria para elegir los momentos en que mueve ficha, llega con cierto retraso en su demanda, pero orienta el reproche hacia la Xunta, de modo que da la impresión de que su tardanza se debe a la esperanza, frustrada, de que el Ejecutivo autonómico actuase desde las competencias que tiene. Es una táctica –y una crítica– que suele darle buen resultado, no tanto por su eficacia cuanto por la torpeza del Ejecutivo gallego, aunque tiene un defecto: exacerba aún más la tensión entre ambos.

En este punto, y desde la opinión personal, conviene quizá una reflexión. La tensión a la que se alude no es sólo bidireccional entre el Gobierno municipal y la Xunta: en ocasiones provoca también malestar en otros puntos de Galicia, y eso es un hándicap que el alcalde olívico acaso debiera tener más en cuenta. Porque es cierto que se debe a su ciudad y que la ciudad le responde, pero él es un político de mayor dimensión que la local y esa evidencia podría, y debería, generar todavía más fuerza en la defensa de los intereses de una de las ciudades más importantes de España.

Expuesto cuanto precede, resulta útil insistir en que, con retraso o sin él, era preciso que el Ayuntamiento de Vigo, precisamente por la dimensión urbana de la ciudad y el perfil político de su alcalde, hiciese oír su voz. Y no sólo ante la Xunta: el Gobierno central puede y debe actuar, como lo ha hecho en otros sectores y lugares en los que también existen competencias autonómicas, donde Moncloa se ha movido para apoyar y apuntalar las iniciativas de la comunidad. Asunto éste en el que, desde un punto de vista particular, este Reino apenas cuenta.

Lo que parece fuera de discusión es que Galicia necesita un PEN, un Plan Estratégico del Naval. Porque cada día es más evidente que existen horizonte y posibilidades de carga de trabajo, desde plataformas para las eólicas marinas hasta embarcaciones de servicio para persoma y material, y eso es sólo un ejemplo. A partir de ahí, y de otras posibilidades que han dejado ya de significar una hipótesis remota, la construcción naval gallega tiene mucho que hacer, y más aún que decir si se toman las decisiones adecuadas, en los mercados. Y ahí. para competir en ese escenario, sí que no caben retrasos: el que no avanza, retrocede, y eso ni Galicia ni España pueden permitírselo.