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El cinturón

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El cinturón

Uno de los hábitos más frecuentes de los políticos que ambicionan llegar al poder o conservarlo es el de la grandilocuencia. A lo largo de la historia más reciente podrían hallarse las suficientes muestras como para completar un par de tomos, y casi todas ellas con un nexo común: el de no haberse cumplido casi ninguno de los anuncios que se formularon. El último de los ejemplos es la proclama de la señora Díaz, ministra de Trabajo, cuando, con énfasis, dijo que “este Gobierno jamás le dirá a los españoles y españolas que se aprieten el cinturón”. Sic.

En Galicia, tierra natal de la ministra, los más inteligentes, que por tanto son prudentes, suelen acompañar la rotundidad con un toque preventivo que no se note demasiado, y que muchos condensan en el “depende”. Y a doña Yolanda le hubiese quedado mejor el mensaje si le restase algo de rotundidad, sobre todo porque sabía que el Gobierno tiene preparado – y documentado en el Proyecto presentado para la obtención de los Fondos Europeos– un paquete de medidas fiscales que dejarán el cinturón como prenda inútil: habrá que pasarse a los tirantes multisexo.

Y es que, como alguien ha dicho ya, la intención de la ministra, de tomarse en serio, habrá que relativizarla como metáfora. A no ser que, para su señoría. el hecho de que suban los impuestos de todo tipo –aunque algunos, como el IVA, los combustibles o el disparate de los recibos de la electricidad, castigan mucho más a la ciudadanía “normal” que a los “ricos”– no signifique recortes en la economía doméstica. Por eso se ha recordado la utilidad de prendas más flexibles que los cinturones para sujetar las calzas. Y eso sin citar lo del IRPF, las ayudas y los créditos ICO.

(Conste que cuanto se recuerda habría de completarse con el asunto del peaje anunciado para las autovías, y escrito en los documentos remitidos a la Unión Europea, que además de castigar a los individuos lo hacen también a los territorios. La titular de Trabajo habría quedado mejor si, en lugar de bravatas, hubiese agradecido a la población su solidaridad y su esfuerzo, ya que con ellos ha contribuido decisivamente a impedir que cientos de miles de sus compatriotas quedasen excluidos no ya del bienestar, sino de derechos básicos y constitucionales. Y no es un mérito suyo.

Conste que –aparte lo que entienda doña Yolanda por cinturón– en el fondo lo que espera a la ciudadanía es que le aprieten con los impuestos a dejarla con la lengua fuera. De ahí que ese tipo de arengas, tan sonoras como vacías, resulte propio del modo de actuar de una clase política dominante hoy en día, a la que le importa poco el respeto a la verdad –y por tanto la realidad–, que supedita a sus intereses electorales los de la sociedad. Y que manejando una repelente mentalidad elitista –que algunos llaman “progresista”– considera a los demás como un rebaño al que guiar sin explicaciones serias porque “no las entenderían”. Un tipo de “salvadores” que, con o sin cinturón, sólo engañan a los incautos.

¿No…?

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