Tras la celebrada recientemente XXVII Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno en Andorra, quedó al desnudo nuevamente la incapacidad de llevar a cabo una política de Estado Iberoamericana para una región de 650 millones de habitantes de nuestra progenie, sobre todo con las grandes economías que conforman esta gran región, geopolítica, cultural y lingüísticamente unida.

Sin desmerecer el Principado de Andorra, un pequeño país entre montañas, intrascendente para Latinoamérica, al cual se accede por carretera, ya que no posee ni aeropuerto –el más cercano está a 200 km–, sin duda es un agravio más a esta devaluada, incomprendida e intrascendente Cumbre. Es una tristeza que España, la madre patria de tantos países de América, –que es como se nos ve en estos lugares del Nuevo Mundo–, no sea el actor principal de unión y relevancia que necesitan estas cumbres.

Latinoamérica es una de las regiones con mayor expansión económica y donde hay mucho por hacer, con cuatro países que se encuentran dentro de las treinta economías más grandes del mundo (Brasil, México, Argentina y Colombia). Solo Brasil en este siglo tuvo una expansión de su economía del 26%, lo que representa el 2% del PIB mundial. La región latinoamericana representa el 10% de la economía global.

Sigue siendo increíble e inconcebible el lugar que ocupa España. Por historia y lazos afectivos con Latinoamérica no puede estar relegada a un segundo plano, lugar que está siendo ocupado por países como China, Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia y otros entes europeos presentes en el desarrollo de infraestructuras, industria, trenes, carreteras, puertos, energías renovables, minería, etc.

Algunas empresas como Telefónica y Banco Santander (esta última, a pesar de su acelerado plan de deshacerse de varios miles de empleados), obtiene el 55% de sus beneficios de América.

Podrían ser el ejemplo para que algún gobierno de turno en España se replantee una gran política de Estado en las relaciones económicas y políticas con Latinoamérica, olvidando los recelos y rencores que siempre están presentes en la historia de las grandes naciones, dejando atrás la visión de una Latinoamérica de solo favelas y desigualdades, mirando al futuro de desarrollo y prosperidad. El Reino Unido de Inglaterra, Gales y Escocia es un gran ejemplo de los lazos y relaciones que mantiene con los que fueron sus territorios de ultramar, territorios para los que también fue su madre patria.