Esta frase, tomada del eslogan de Médicos Sin Fronteras para las vacunas infantiles, es lo que debemos pensar ante la pandemia COVID. ¿Qué pasaría ahora si no tuviéramos vacunas?

En tan solo un año se han conseguido varias vacunas frente al coronavirus, con un nivel altísimo de eficacia que nadie presagiaba que se pudieran conseguir. La investigación básica previa de muchos años y la inversión multimillonaria, sobre todo de inversión pública durante la pandemia, junto con el apoyo de empresas y la cooperación internacional de los investigadores ha permitido este logro. Mención especial para la doctora Katalin Karikó con su investigación que condujo a la vacuna de RNA, y que espero que consiga el Premio Nobel por su constancia y esfuerzo en poner en valor su idea.

Tenemos vacunas con distintas tecnologías, que se han probado en decenas de miles de personas en los ensayos clínicos, y ya casi 1.000 millones de personas en todo el planeta han recibido alguna de las vacunas desarrolladas frente al SARS-Cov-2. Este es un hecho sin precedentes.

Debemos sentirnos orgullosos de lo que hemos logrado ante una de las más graves pandemias recientes de la humanidad. Si hubiéramos tenido la tecnología y hubiéramos podido vacunar durante la pandemia de gripe de 1918, nos hubiéramos ahorrado millones de vidas que sucumbieron al virus o a sus secuelas, en unos pocos años de pandemia.

Estamos en el siglo XXI. 2020 y 2021 pasarán a la historia, no sólo por la pandemia por el COVID-19, sino por el logro internacional de la vacunación masiva planetaria frente a un virus que nos ha puesto contra las cuerdas. Estamos aprendiendo día a día del virus, de la enfermedad que provoca y sus secuelas, y de la mortalidad que produce, e incluso de las vacunas mismas y efectos. Se ha desarrollado tecnología de diagnóstico en tiempo récord, y TENEMOS VACUNAS, no una, sino muchas. Si lo comparamos con otro virus de RNA como el HIV que produce el SIDA, se lleva intentando conseguir una vacuna decenas de años, por ahora sin éxito, por la propia mutabilidad del virus.

Sin vacunas, ya sabemos lo que ocurre, que nos infectamos (con una letalidad a nivel mundial del 3%), mientras que con la vacunación las personas están protegidas de sufrir la enfermedad y sus múltiples secuelas. Todas las vacunas desarrolladas hasta ahora tienen una eficacia y una seguridad altísimas, que ya las quisiéramos para muchos fármacos. Los efectos secundarios que se están observando son mínimos, y rarísimos los casos de trombos con plaquetas bajas que se han notificado. Ahora también se sabe la posible causa y cómo tratarlos y la buena noticia es que en ningún caso se ha detectado tras la segunda dosis.

Por si hubiera problemas en la producción o distribución mundial de alguna de las vacunas, y estar mejor preparados para tomar decisiones, es interesante lo que se ha planteado por el Instituto de Salud Carlos III: estudiar en ensayos clínicos qué pasaría si se mezclan vacunas. Incluso se podría hacer extensivo a más tipos de combinaciones.

Protejamos rápidamente al personal más vulnerable en el menor tiempo posible y, por favor, que vengan más vacunas; todas las aprobadas por la Agencia Europea del Medicamento.

El miedo que yo tengo es porque aún no me ha tocado vacunarme.

*Catedrática de Inmunología. CINBIO. Universidad de Vigo. Académica de la RAFG