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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Todo tiempo pasado fue peor

Los nostálgicos, esos dulces reaccionarios, suelen entregarse a la añoranza de tiempos pasados que, en su opinión, fueron mejores. Pero qué va. Aunque el coronavirus parezca darles la razón, no es menos cierto que la Humanidad vive el mejor momento de su Historia a pesar de este trance pasajero. Todo tiempo pasado fue peor.

Eso quieren demostrar con datos los promotores de “Reasons to be cheerful” (‘Razones para estar alegre’), publicación que se define como una revista de autoayuda para los que odian las revistas de autoayuda. Humor no les falta; y tampoco arrojo.

Hace falta mucho valor, desde luego, para publicar en el ámbito a menudo agrio y malhumorado de internet un magazín que solo ve la botella medio llena. Aun así, los arriesgados editores de la revista han encontrado muy buenos motivos para ejercer el optimismo de la razón.

No se trata ya de comparar la vida de hoy con la de hace medio siglo, que tantas nostalgias suscita entre quienes vivieron esa época: mayormente, porque entonces eran jóvenes. Es perfectamente compatible que el mundo vaya a mejor y nosotros a peor según cumplimos años. Otra cosa es confundir la situación personal con la general.

Entre otras razones para estar contentos, los editores de “Reasons” citan las de orden ecológico. Sería absurdo desdeñar la amenaza del cambio climático, por supuesto; pero nada cuesta constatar que la fronda arbolada del mundo crece a un ritmo de varios cientos de miles de hectáreas cada año desde que comenzó el siglo.

Y no solo eso. El agujero que abrimos con nuestros malos humos y aerosoles en la capa de ozono se está cerrando, según constató la ONU hace un par de años. De seguir en la misma progresión, la capa que nos protege a los terrícolas estaría cerrada allá para el año 2060, que tampoco cae tan lejos.

Añádase a eso que dos tercios de lo que se invierte en generar electricidad se dedican ahora a energías renovables como la eólica, la solar o la mareomotriz. Tanto es así que, hasta Texas, famoso Estado petrolero, ha pasado a liderar la tarea de ordeñarle kilovatios al viento con molinos como los que espantaban a Don Quijote.

Hay más datos, hablando de la luz eléctrica. El número de personas que carecen de ese elemental suministro en el mundo ha descendido de los casi dos mil millones de hace treinta años a los 840 millones que todavía hoy andan a dos velas. Igualmente, la cobertura sanitaria gratuita ha aumentado hasta alcanzar ya a un tercio de la población del planeta.

La costumbre de matar gente, tan deplorable diga lo que diga Thomas de Quincey en su tratado sobre el arte del asesinato, ha decaído también en casi todo el mundo. La aparente explicación es que nos hacemos más viejos (gracias a la mejora de las condiciones de vida) y, por tanto, matamos menos. Algo bueno tendría que traer el acceso a la vejez, que templa la ira, aminora las fuerzas y todo lo relativiza.

Cierto es que, a pesar de tal cúmulo de buenas noticias, la pandemia nos aísla de los afectos bajo el toque de queda; pero también de ella sacaremos –cuando termine– una mejora general de los hábitos higiénicos. El mundo, en fin, no para de progresar y eso en sí mismo es una buena noticia. Está feo darla con tanto agorero como pulula por ahí; pero es lo que está haciendo, no sin bravura, “Reasons to be Cheerful”. No extrañará que su fundador fuese David Byrne, líder de los Talking Heads. Músico tenía que ser.

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