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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las excepciones

Una de las virtudes exigibles a quienes tienen la facultad de resolver asuntos importantes, cuando no decisivos, es la de conocer bien las normas que han de aplicar y la capacidad necesaria para discernir si han de admitir excepciones y cuándo. Aparte otra sobre la sabiduría que encierra el refrán al afirmar que ellas “confirman la regla” porque de vez en cuando ayuda a mantener la idea con que fue elaborada por sus autores. Y pocas veces ese compendio de sabiduría es tan cierto como en el caso de PSA Citroën y su petición de enlace con la red MTA.

Además de la perentoria necesidad, y la urgencia, de una solución que elimine los posibles daños directos para la economía integral de Galicia y la específica de Vigo y su área metropolitana expuestos por FARO DE VIGO en su editorial del domingo conviene insistir, esta vez desde una opinión personal, en el argumentario. Porque ese enlace con la línea de Muy Alta Tensión es imprescindible para la permanencia de la factoría donde está, según advirtió la empresa y porque la actitud del Ministerio de Transición Ecológica es ambigua y precisa lo que evidentemente le falta: agilidad e imaginación.

Es cierto que, tal como expuso la ministra al senador gallego Guerra, que preguntó por el asunto, la respuesta tiene amparo reglado en el sentido de que Vigo no reúne las condiciones teóricas para la conexión. Pero también que es la única de las grandes ciudades españolas que carecen de remedio para una necesidad vital como la permanencia de esa factoría. Es decir, constituye la excepción que confirmaría la regla teórica para satisfacer el espíritu de la norma. Espíritu que de ninguna manera puede ser vulnerado por la literalidad dañina de una disposición.

En ese sentido, pues, la ambigüedad de la ministra en la respuesta mencionada al indicar que se trata de un asunto “a estudiar”, requiere la insistencia en que el estudio ha de ser completo, pero urgente. Y que el resultado, desde el sentido común, no puede consistir más que en conceder la línea de MAT para que Galicia entera no se encuentre ante la posibilidad absurda de perder su pulmón industrial en un momento en que el aire tanto se necesita. Y no es en absoluto una metáfora, sino la realidad misma, y el riesgo, una posibilidad palpable.

Así las cosas, nadie puede reprochar la inquietud que sin duda existe, pretender que se persigue crear una alarma social sin fundamento o confundir con algún tipo de extravagancia localista la reivindicación de la primera ciudad gallega. Que, acaso como nunca antes, requiere de la unidad de sus fuerzas políticas, económicas, laborales y cuantas más puedan sumarse a una causa común como esta. Junto a toda la capacidad de influencia que Galicia pueda desplegar, desde la Xunta al Parlamento pasando por la Delegación del Gobierno central. Para que el interés general de este antiguo Reino tenga el respaldo que merece en una ocasión que, como esta, es prueba de que hay excepciones que se hacen en interés de la justicia. Precisamente.

¿O no...?

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