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Francisco García Pérez opinador

Perimetral, perianal y otros ‘cierrismos’

A propósito de la sanción al cura de Lemona

Hay que ver cómo viene la prensa, clamaban los cómicos Tip y Coll en uno de sus sketch. No solo hay grande disputa sobre si los cierres perimetrales son así o asao, aquí o acullá, sino que la cosa se está poniendo requetedura. Requetedura de miedo pánico. Reza el titular de un periódico digital castellano: “Burgos, confinada 14 días”. Nada que objetar, la vida es así, no la he inventado yo. Lo malo es lo que pone el sumario de la noticia: “El Ejecutivo regional ordenará el cierre perianal de la capital burgalesa”. Perianal. A ver, a ver, que nos estamos volviendo locos. “Cierre perimetral” lo vamos entendiendo. Incluso atisbábamos lo que fuera aquel “cierre categorial” de Gustavo Bueno”. Pero que a las buenas gentes de Burgos les hagan un “cierre perianal” −es decir, un cierre alrededor del ano− para así contener la desbocada propagación del bicho este que nos martiriza, ya me parece que es abusar constitucional y hasta humanamente de los hijos del Cid. Qué errata más perierratada: el pericielo me periampare. ❖❖❖

Cuando uno otrora se proponía rodar un documental y una serie, lo que se proponía era rodar un documental y una serie. Pero según leo en un diario nacional, debe de ser cosa de viejunos y pollaviejas expresarse así. Cuando uno se proponga rodar un documental y una serie, lo que está haciendo es “poner en marcha un proyecto audiovisual”. ¿Que luego resulta que no es otra cosa que rodar un documental y una serie? Bueno, pero cómo mola decir “estoy poniendo en marcha un proyecto audiovisual” con un sorbito de champán en los labios y ante el concejal que acaso firme la subvención. Lla semos heuropedos, mama.

Pues eso es lo que está haciendo una empresa productora andaluza, sobre la vida, pases, estocás y espantás de Curro Romero: “tú eres la esencia de los toreros”, decía la coplilla. La información nos aclara que se mantiene “un secretismo absoluto sobre otros detalles”. Observen la tontería. No es que se mantenga el secreto, o sea, la reserva, el sigilo: se mantiene el secretismo, palabra que tiene más sílabas y acaba además en ismo, sonando, pues, a doctrina y a palabra de alto vuelo por ambas causas, aunque sea una solemne memez. Si no lo estamos haciendo ya, dentro de nada declarará un político: “Prefiero guardar prudencismo”. O titulará una revista: “La pareja pasea su amorismo por las playas de Marbella”. O pedirá un editorial: “Respetemos el dolorismo de la familia”. O anunciará una columna deportiva: “Prosigue el idilio de Messi con el golismo”. Qué cosismas.

Mucho se ha escrito sobre la importancia de los signos de puntuación. Sobre todo, sobre la importancia de la coma. Recuerden: no es lo mismo “Vamos a comer, niños” que “Vamos a comer niños”. Tampoco es igual “No, tenga clemencia” que “No tenga clemencia”. Recuerda al respecto el sabio Pedro Álvarez de Miranda que titular “Sánchez promete frenar los ‘abusos’ en alquileres y guarderías gratis” está feo y mal, que sería más que aconsejable poner una coma después de la palabra alquileres: “Sánchez promete frenar los ‘abusos’ en alquileres, y guarderías gratis”, pues de otra forma parece que Sánchez va a frenar los abusos que se cometen tanto en los alquileres gratuitos como en las guarderías. Vale, pues muy bien. Sin embargo, “El País”, que fuera ejemplo de buena y cuidada redacción, titula el 17 de octubre: “José Luis Gómez, juglar ante El Cid”. Nada que objetar. Pero añade: “El actor y académico lleva a escena las gestas de Díaz de Vivar en La Abadía”. Falta una coma detrás de Vivar, porque, al no ponerla, queda la cosa en que Gómez subirá a las tablas las proezas que el Cid logró en La Abadía, un centro de estudios y creación escénica de Madrid, abierto muchos siglos después de que nuestro héroe la palmase. ¿Será un periaudiovisualismo puesto en marcha?

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