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Una depuración muy dolorosa

Clemente Martínez Gendra se adhirió al Partido Republicano Radical en 1931, formó parte como vocal de su primera ejecutiva local y puso el comercio que regentaba en Curros Enríquez a disposición del partido para la distribución de impresos de afiliación. Luego se alineó con Izquierda Republicana como simple militante, pero sin desempeñar ningún papel relevante.

Un informe oficial incluyó su nombre entre los pontevedreses más significados en defensa de la República cuando se produjo el golpe militar. Por esa razón, la temible Comisión de Incautaciones y Bienes le abrió a principios de 1937 un expediente de depuración, que provocó su encausamiento dentro de un macro juicio de terribles consecuencias. Clemente fue condenado a cadena perpetua; pena luego rebajada sustancialmente, que cumplió en la isla de San Simón.

Cuando salió de la cárcel, Clemente expió como tantos otros un castigo social todavía más duro: el estigma de ser un "rojo". Unos sobrellevaron mejor que otros esa condena añadida y mantuvieron su orgullo intacto. Tristemente él estuvo entre los otros, que sufrieron mucho por culpa de esa circunstancia.

Aunque volvió a trabajar en el comercio de Curros Enríquez rodeado de ornamentos sagrados y objetos religiosos, como para hacerse perdonar su culpa, parece que puso su parte del negocio a nombre de su mujer, Blanca Gloria, a modo de salvaguarda frente a nuevas acciones judiciales.

Oscurecido y derrotado, jamás volvió a ser la misma persona que había sido antes. Quienes lo conocieron en sus últimos años, aseguraron que Clemente no levantó cabeza y vivió sumido en una enorme frustración y amargura.

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