Es inútil abordar determinadas cuestiones. Junto a la falta de pensamiento, lo tengo claro, se palpa la simplicidad vestida de furia. A día de hoy, junto al refinamiento del silencio, se desnuda la razón para no hablar. Es "maravilloso" ver el estrecho compañerismo que tienen los ignorantes entre ellos. La verdad (sonrío) combinan a las mil maravillas la histeria y la indignación. Me produce cierto asco descubrir, que lo civilizado está pasado de moda y que a día de hoy lo fundamental es hablar. ¡Mira qué es jocosa la ignorancia, todo le molesta! Hay cosas que son el perpetuo estado de la fatalidad... Ya lo creo, ya. En otros tiempos, los ignorantes fueron reducidos a nada; sí, el arte y la literatura los puso en su sitio. Ahí están los bobos que pintó Goya (hace tiempo les dediqué una columna) o los maravillosos textos de Góngora, Quevedo, y otros tantos ilustres más. Es saturante ver la imperiosa necesidad que tienen de hablar, pero es curioso, siempre hablan de otros.
