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La bola del trilero

Como la bola de los trileros, el coronavirus aparece donde menos lo esperamos. En ciudades densamente pobladas y bien comunicadas, pero también en provincias con escasa densidad de población donde hasta ahora había tenido escasa incidencia, como la de Lugo. Después de castigar el centro de España, ahora se planta en un bucólico rincón de la costa gallega, A Mariña, la tierra de Cunqueiro y sus menciñeiros. ¿Cómo consigue sorprendernos este virus trilero?

En realidad, los trileros somos nosotros, porque portamos el virus, muchas veces sin saberlo. Y de la misma forma que todavía hay ingenuos que caen en la trampa del trilero y creen estúpidamente que van a saber debajo de qué cubilete está la bola, no pocos creen que lo de ponerse la mascarilla es una ocurrencia de Pedro Sánchez y que hay que salir a la calle a contagiarse, convencidos de que el SARS-CoV-2 es ahora menos virulento, una idea que no tiene base científica alguna.

Quien crea que ahora el virus es menos peligroso no tiene más que ver lo que está ocurriendo en Brasil, Chile, Perú, Bolivia y, por supuesto, Estados Unidos. Los contagios se han disparado en los estados sureños de EE UU, como California, Texas, Florida y Arizona, donde hace mucho calor a estas alturas del año, y donde antes el virus circulaba relativamente poco, en comparación con Nueva York, por ejemplo.

Más cerca, han confinado Lleida y su comarca, donde se han triplicado los ingresos hospitalarios por Covid-19 en los últimos días: es decir, no solo hay asintomáticos y leves, también hospitalizados. Y hace unos días murió una señora por el reciente brote "importado" de Murcia.

Lo ocurrido en A Mariña debe servir como el enésimo toque de atención. El virus se transmite de forma irregular: muchas personas no contagian, pero en cambio hay otras, entre ellos los famosos "supercontagiadores", que pueden crear un brote serio donde no había casos, como ocurrió también hace unas semanas en una zona de copas de Seúl. En A Mariña ha podido ser una fiesta de San Xoán el origen del brote, lo que vuelve a poner el ocio nocturno en el punto de mira.

Hay más precaución con los mayores y las residencias y ha bajado mucho la media de edad de los contagiados, lo que estadísticamente implica menos cuadros graves, pero eso no quiere decir que el virus se haya hecho menos agresivo. Tenemos que seguir siendo extremadamente prudentes, para salvar vidas humanas y para salvaguardar la economía, que también es vital. Volver a confinarnos sería letal.

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