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Escambullado no abisal

El viaje de Girauta

Entramos en el confinamiento con Girauta en Ciudadanos y estamos saliendo con Girauta camino de Vox. Girauta, nauta giróvago, despegó de la transición en las filas del PSOE y aterrizó en el PP. Girauta, o sea, siempre está de viaje y nos podría valer como referencia temporal. Yo terminé EGB durante la transformación del Girauta socialdemócrata en el Girauta democristiano y mi hija pequeña nació durante la eclosión del Girauta liberal. Un Madelman político al que se le pueden cambiar los complementos ideológicos, como a Casado los oficios. En su guitarra ha sustituido "Para la libertad"por "Tomorrow belongs to me". El futuro pertenece al Girauta carca.

Desde fuera de su consciencia nos parece que Girauta está comprobando si el espectro político responde a la geometría euclidiana y se puede prolongar hasta el infinito como cualquier recta o si es de geometría riemanniana y se curva, devolviéndolo a la izquierda tras completar el ciclo. Pero él está dentro de sí, es de lo único de lo que no se está yendo, y posiblemente lo conciba todo como desde la ventanilla de un tren. Girauta siente que permanece quieto mientras el paisaje se desplaza.

Girauta me enternece. Es Talleyrand en versión desgraciada. Talleyrand trabajó para la monarquía, la convención, el directorio, el consulado y el imperio. Cantaba el "Te deum" como obispo y el "Ça ira" como revolucionario. Incluso olfateó el Terror, exiliándose a tiempo en Londres durante ese paréntesis. Jamás desaprovechó un triunfo. Girauta nunca ha desaprovechado un fracaso, pero siempre aferrado al escenario. Es como ese amigo incómodo, cuya amistad en realidad nadie se adjudica en la pandilla, pero que se apodera del protagonismo en las reuniones.

"No trabajamos tanto para construir una bisagra", ha gritado entre comillas en su despedida. Es muy posible que en Ciudadanos abundasen los confundidos sobre lo que estaban construyendo. Ciudadanos nació precisamente como bisagra, aunque a Girauta le gusten más los portazos giratorios.

Podemos y Ciudadanos han enriquecido la política española. Al menos la han hecho más entretenida; también Vox en plan gore. Han expuesto al público lo que antes se dirimía en la intimidad de los comités ejecutivos de PP y PSOE, que habían devenido en amalgamas sin excesiva coherencia interna; máquinas electorales. Podemos, desde su pretendida transversalidad inicial, pronto se escoró hacia lo que Izquierda Unida no alcanzaba por culpa del apellido comunista. Vox se ha gestado como orgullo de aquello que antes en el PP vergonzosamente se disimulaba. Ciudadanos se concibió flexible y pragmático por sobre su ideario; siendo agua, mi amigo, que diría Bruce Lee, para colarse entre los intersticios de los dos grandes partidos y adaptarse al envase de cada coyuntura. Justo una bisagra, ese herraje articulado que nos permite entrar y salir o regular la temperatura, la luz y el aire limpio de una estancia.

No sé qué sucedió en la cabeza de Albert Rivera entre convocatorias a las urnas, quién le hizo pensar que "sorpassaría" al PP ni quién le exigió el veto a Sánchez, con quien ya había pactado antes.Nadie ha tenido el poder tan a su alcance y lo ha despreciado, codiciándolo tanto. Albert se ha ido a ejercer la abogacía y Arrimadas se ha quedado a recomponer la bisagra. Se habían olvidado de Girauta, mirando por la ventanilla del tren, en su eterno viaje hacia el infinito.

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