El casticismo, tan denostado desde el progresismo, no es más que la fe de vida de ese fondo de armario que vamos dejando atrás. El casticismo se renueva, y mientras queda ya muy lejano el vinculado al mundo rural empieza a tomar forma el casticismo industrial. Si nadie desde las filas del progreso respeta los derechos de ese casticismo lo hará la reacción, con el éxito de público que cosecha Trump. En España el casticismo industrial es lo que queda -en forma de vida, vinculada a una economía todavía muy real- de la primera y segunda industrialización, la del carbón, el metal y sus transformados, y en EE UU incluye la tercera, con su núcleo en la automoción (Detroit). Vayamos tomando nota de los que no entienden que la condena a la desindustrialización sin más no solo acabará dejándonos en los huesos, sino en manos del populismo reaccionario.