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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El reparto

A la vista de lo que ha dado a conocer la Agencia Tributaria, y que son cifras que causan cierto escalofrío -el 70% de los nuevos contratos en Galicia no alcanza los mil euros de salario mensual, por ejemplo-, parece adecuado insistir en lo que ya se ha dicho acerca de abrir la etapa del reparto. Que es tanto más urgente cuanto que contrasta con los 90.000 millones que las empresas de aquí han facturado durante la reactivación. Y además con el dato, en apariencia muy discutible, de que este antiguo Reino recuperó ya los niveles de riqueza anteriores a la crisis.

Conste que cuando se habla de reparto se incluye la opinión de que ha de hacerse teniendo en cuenta muchos matices y con prudencia, y que incluso puede denominarse de otro modo, pero que hay que hacer. Hoy por hoy, y con la mera cita de la estadística, deberían preocupar más de lo que aparentan los conflictos en la economía dual -entre China y USA- y la global, además de la desaceleración anunciada para la europea. Y que pillarían a Galicia en uno de esos momentos de transición que tanto peligro encierran y que tanto daño han hecho aquí.

Siquiera a modo de ejercicio de memoria se puede volver sobre algunos de los mayores problemas de este Reino, varios de los cuales son un desafío que muchos creen ya de supervivencia. El primero es, desde luego, la crisis demográfica tantas veces repetida y denunciada, que aumentará hasta extremos inasumibles. Y lo hará si las parejas, que son la fuerza de choque contra el descenso poblacional, no reciben lo que necesitan; con salarios raquíticos, contratos parciales o temporales y sin acceso a la vivienda, solo un iluso puede pedirles un aumento de la natalidad.

Otro asunto acerca del que hay un silencio clamoroso es el cambio climático, evidencia que no parece generar más preocupación oficial que la nomenclatura de un ministerio o el estudio de nuevos impuestos autonómicos. Pero son una utopía sin planificación concreta y adecuada, defecto este -el de la ausencia de planes a largo plazo- que parece generalizado en las diversas gobernanzas. Y es que, lamentablemente, la política que se practica en estos Reinos es de vuelo corto, talento escaso y mínimo talante, pensando sobre todo en el voto. Y así va.

A menor plazo, y dado que las tareas de previsión suelen depender de los recursos disponibles en cada momento, habrá de abordarse cuanto antes otra cuestión definitiva: si lo que hay no alcanza, tendrá que habilitarse el modo de aumentarlo mediante un sistema que, sin dañar lo que es justo -es decir, rechazando las fórmulas demagógicas e inútiles-, proporcione mejor reparto de cargas para compensar a quienes tienen menos recursos; solo así podrá afrontar una Galicia desequilibrada la época difícil que todos anuncian. Puede replicarse que la economía resulta mucho más compleja que la opinión que se expone, pero no es menos cierto que en este trance o se agilizan formas de justicia distributiva y se facilita que las personas dependan de su esfuerzo y no de la hucha pública o el futuro pintará en bastos.

¿No...?

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