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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El laberinto

A poco que se analice con cierta calma la situación de En Marea, es difícil evitar la sensación de que no existe en su interior otra intención que la del suicidio. Especialmente cuando se observa que las partes en conflicto -que son todas-, lejos de buscar un remedio siquiera parcial a sus males, se adentran cada día más en el intrincado laberinto que ellos mismos se empeñan en complicar. Y no es una metáfora: su pelea, que puede acabar en los juzgados, por quedarse con el nombre del caos, lleva directo al lugar que determinen para ejercitar el hara-kiri. O poco menos.

De momento, el hasta hace unas semanas portavoz único -que ha ejercido muy poco como tal, porque ha habido siempre ecos contestatarios a su discurso- señaló que ponía "punto y aparte". Explicó, en cierto modo, qué quería decir, pero lo hizo en línea con lo que ahora mismo es el partido instrumental -un galimatías permanente- y muchos creen que ni él mismo supo qué quiso dejar claro. Lo que parece evidente fue que salvo -quizá- para los tres diputados que le han acompañado al Grupo Parlamentario Mixto, para al resto de EM el contenido de su mensaje nada importa.

Eso, que es francamente desalentador para cualquiera, aún puede pintarse peor si se añade la incógnita acerca de cuánto de interesante puede tener que la Marea esté bajando o subiendo. Hipótesis esta última, por cierto, inverosímil a pesar de que según dicen determinados rumores malintencionados, los podemitas pretenden poner en circulación. Y se dice "inverosímil" no por capricho, sino porque la aritmética no engaña y desde hace meses quienes votan en esa dirección no han hecho sino disminuir. Y, además, en número y poder.

Sea como fuere, nadie se creería que lo que se deja expuesto -que salvo los datos medibles es opinión de quien firma- resulta algo distinto que la bajamar en luna llena. Pero tiene poca importancia si se relaciona con las dos grandes preguntas: una, acerca de si En Marea es, ahora y en el futuro, realmente útil para el avance de la sociedad gallega o, al menos, si podría volver a serlo caso de que lo hubiera sido. Otra pregunta es si, en caso de respuesta afirmativa a la anterior, habría o no ahí alguien o algunos capaces de sacar al invento del laberinto en el que está ahora mismo.

A la espera de despejar la incógnita, seguramente no antes de final de este año -cuando empiecen de verdad los calentones preelectorales- casi todos los vaticinios apuntan a aquella frase que se pretendió graciosa pero que al final suena dramática: entre todos la mataron y ella sola se murió. Refiriéndola en este caso, naturalmente, a En Marea. Con la tristeza añadida de que muy probablemente nadie, o muy pocos, la echarán de menos salvo para recordar otro ejemplo que añadir a la ya larga lista de fracasos políticos -provocados por la ambición de unos cuantos al ver que apenas nacida, la cosa podría resultar- que Galicia aporta al inventario. Y es una pena, pero no una sorpresa.

¿Verdad...?

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