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Joaquín Rábago.

Dos ideas de Europa

El pequeño Partido Liberal-demócrata alemán, actualmente en la oposición, es ambicioso en lo que se refiere a Europa: ha propuesto en su programa una asamblea constituyente para el año 2022 como muy tarde.

Una asamblea con el cometido de construir una Europa democrática, descentralizada y federal. ¡No es poco cosa! El problema es que el país más importante de la UE, sin el cual no se puede hacer ningún plan, no parece tener claro lo que quiere.

Hace siete años, la canciller federal Angela Merkel abogaba por hacer entrega de más competencias a la Comisión, que funcionaría prácticamente como el Gobierno de la UE, junto a un Parlamento fuerte y al Consejo Europeo: los jefes de Estado y de Gobierno.

Pero al año siguiente moduló su propuesta en declaraciones a la TV al explicar que más Europa no significaba que los Estados nacionales diesen más poder a Bruselas, pues había otra forma de lograrlo y era mediante una coordinación más estrecha entre los Gobiernos.

Los analistas interpretan ese cambio de opinión como una respuesta indirecta al más europeísta de los políticos europeo, el presidente francés Emmanuel Macron.

En aquella entrevista, la canciller cristianodemócrata alemana puso como ejemplo a Holanda, cuyo ministro de Exteriores, el socialdemócrata Frans Timmermans, es partidario del llamado principio de subsidiariedad: es decir que las decisiones se adopten lo más cerca posible de los ciudadanos.

Esta opinión del hoy cabeza de lista de los socialdemócratas al Parlamento de Estrasburgo, parece coincidir con lo que piensan muchos en Europa, que critican la falta de transparencia con que se toman muchas de las decisiones que afectan luego a todos los ciudadanos de la UE.

Para el historiador alemán Heinrich August Winkler, de la Universidad Humboldt, de Berlín, quienes abogan por una mayor integración europea aunque sea a costa de la participación ciudadana está en realidad haciendo un flaco favor al proyecto europeo (1).

Quien quiera desarrollar la integración europea con total respeto de las reglas básicas de la democracia representativa estaría mejor servido, opina Winkler, con una mayor coordinación de los Parlamentos nacionales, lo que podría lograrse con la creación de un comité conjunto entre ésos y la Eurocámara.

Para Winkler, los partidos nacional-populistas no tendrían tantos éxito si quienes propugnan la integración europea no soslayasen cuestiones esenciales como la de qué futuro tendrán las naciones y los Estados en la Europa unificada que defienden

Pero no hay claridad ni transparencia al respecto como lo prueba el hecho de que, sin el mínimo debate parlamentario, la canciller Merkel dejase en un determinado momento de abogar por una "unión cada vez más fuerte" y pasase a defender simplemente una "cooperación cada vez más estrecha".

Mientras tanto preciso es reconocer cada país va a lo suyo: Alemania aspira, por ejemplo, a ocupar un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU mientras que la Francia de Macron habla mucho de crear un Ejército europeo, pero no de compartir con otros su fuerza de disuasión nuclear.

¿Y qué decir de la recurrente pretensión de que la UE hable con una sola voz cuando algunos de sus miembros actúan por su cuenta y riesgo en relación con China, Rusia o Estados Unidos y dificultan o imposibilitan la adopción de resoluciones conjuntas?

Se habla al mismo tiempo de Europa como una comunidad de valores -democracia, respeto del Estado de derecho, separación de poderes, entre otros- y, sin embargo, ¿qué se hace contra quienes los pisotean diariamente como la Hungría de Viktor Orbán, la Polonia de Jaroslaw Kaczyinski o incluso Rumanía, país que actualmente ostenta la presidencia de la UE?

(1) Ensayo publicado en "Internationale Politik"

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