Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Inglés en nuestras universidades

Andan por ahí algunas de nuestras universidades ofreciendo grados, másteres y doctorados en inglés no solo como parte de la campaña para convertir ese idioma en lengua vehicular a todos los niveles de la enseñanza sino también para atraer a estudiantes extranjeros. Justificaba recientemente lo primero el rector de una de esas universidades con el argumento de que los chicos que salen de la llamada "enseñanza bilingüe" (en inglés) no pueden continuar en España sus estudios superiores.

Comento sus declaraciones con un amigo filólogo, profesor él mismo de latín clásico en la Complutense. "¿No se había dado cuenta antes de eso?", dice con ironía. Y añade: "Los preparamos para que, los mejores, se vayan a triunfar a Inglaterra o EE UU, como buena colonia que somos. Es una forma de drenar nuestro talento".

¿Tendremos que convertir la universidad española en una mala sucursal de la inglesa solo porque se comete el despropósito de enseñar todo en inglés en Secundaria? Cuando precisamente muchos profesores, obligados a dar clase en un idioma que no dominan, se quejan de sus efectos perversos en el alumnado.

En lugar de cuestionarse tales experimentos sociales en el bachillerato, se aspira a expandir el modelo a la educación superior, comenta mi amigo, que se pregunta: "¿Es esa la gente que rige nuestros destinos y el de nuestros hijos? No tengo esperanza".

¿Y qué hay del segundo objetivo que al parecer se persigue impartiendo aquí cursos universitarios -y ya no solo de carreras como la de Ciencias Empresariales- en un idioma ajeno en lugar de potenciar el desarrollo y la presencia internacional del nuestro?

La web "Study Spain", dedicada a promocionar fuera esos cursos, reconoce a quien la consulta que, con ellos, el estudiante "no podrá aprender a mejorar su español", por lo que se le recomienda "aprovechar su estancia en España para apuntarse a un curso" de ese idioma.

Lo cual sugiere a mi amigo profesor comentarios sarcásticos: "¿Creen acaso que los hijos del sultán de Brunei o del jeque de Dubai vendrán a estudiar aquí si les ofrecemos clases en inglés? Es no entender nada. Esos jóvenes irán a Harvard u otras universidades norteamericanas, que es donde están los centros de poder y donde se encuentran con otros de su clase o a la que aspiran".

A mi amigo humanista, autor de un libro sobre la retórica del imperialismo en Roma y la globalización (1), le irrita también que se hable del inglés como "la nueva lengua franca" porque, dice, "se juega al equívoco: como si se tratase de una cuestión meramente técnica".

"La lingua franca, explica, es un "pidgin", una lengua artificial y de conveniencia que se desarrolla durante la Edad Media y el Renacimiento en el Mediterráneo con una base de italiano, usada sobre todo en los puertos de Argelia y que los musulmanes del sur del Mare Nostrum confundían con el francés".

"A diferencia de eso, el inglés es el idioma de un grupo dominante cuya extensión está basada en el poder militar, económico y político de los países anglófonos. Lo más parecido a esto que ahora pretende hacer el inglés es lo que representó el francés desde la Ilustración hasta la primera parte del siglo XX: era la lengua de las élites".

Y añade, sin poder ocultar su indignación: "Hay una ignorancia generalizada, una falta absoluta de análisis y espíritu crítico que hace que en los medios se hable de relaciones de poder sin enterarse de que se está haciendo".

(1) Juan Luis Conde : La lengua del imperio. La retórica del imperialismo en Roma y la globalización. Alcalá. Grupo editorial.

Compartir el artículo

stats