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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

Adiós, ¡pobre Planeta!

Si no fuera porque la naturaleza es sabia el paisaje costero de O Salnés estaría conformado solo de abruptos acantilados y el mar engulliría la fina y blanca arena para las toallas de los guiris. El abandono de los gobernantes es a veces bochornoso; es más ni miran para unas playas, su principal reclamo turístico-económico, salvo que se trate de clavar una de las banderas azules que tanto les favorece en sus fotos de propaganda.

Este 15-M se escuchó el grito unánime de los jóvenes contra la inexorable destrucción del Planeta Tierra. Los chavales arousanos también están hartos de consentir tanta desconsideración de los adultos, así como de los que gobiernan, a quienes han advertido con que no les van a consentir más agresiones ni la deriva destruccionista que justifica la rebelión de Greta.

Los Ayuntamientos deben ponerse manos a la obra para recuperar las playas, el litoral, los paisajes exclusivos y paradisíacos que conforman la espectacular ría de Arousa.

Las "crebas" (objetos que el mar devuelve a la tierra) llegan de un océano embravecido, muy cabreado con unos humanos que arrojan todo tipo de basura a la deriva y sin contemplaciones: plásticos, latas, neumáticos, y hasta coches o neveras. Y todo eso no se puede comparar con un romántico mensaje en la botella sino con un escupitajo al cielo que la gravedad ya está devolviendo.

Las playas son una riqueza a proteger. Y en Arousa solo se acuerdan de ellas cuando llega la temporada de sol y se olvidan el resto del año, simplemente porque no hay sillas ni esterillas de colores sobre la arena.

Pero el problema es que llega Semana Santa y queda poca arena incluso para que se tumben los turistas. Simplemente porque los alcaldes han sido poco o nada precavidos. Pasa en Vilagarcía, en A Illa y también en Sanxenxo...

La protección durante el invierno es nula porque se confía en las palas que tamizan a última hora el terreno y conforman playas totalmente lisas, uniformes, que se parecen cada vez más a las de Marbella o Benidorm, en las que los paisajes dunares pertenecen a otra época. Ya solo faltaba que como en Riazor aparten montículos para estirarla en verano como la masa de una filloa. Adiós, ¡pobre Planeta!.

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