Aunque en los tiempos actuales lo que prima es el carpe diem -aquello de vivir el presente-, deberíamos preocuparnos algo más por el futuro, aunque sea el inmediato. Decía alguien: "¿Cómo no voy a estar interesado en el futuro si voy a pasar el resto de mis días en él?". Así que en esta breve nota les haré algunas reflexiones sobre el porvenir que afectará a la cosa económica y a nuestras vidas.

Miren ustedes, llevamos algunos meses leyendo y escuchando a personas relevantes, organizaciones y entes supranacionales que el crecimiento económico se ralentiza, que el desarrollo se contrae y que incluso hay signos de recesión que ya están siendo descontados y tenidos en cuenta por los mercados bursátiles. No obstante, hay que decir que a estos especialistas, que casi siempre predicen muy bien el pasado con el retrovisor, les gusta asustar y alarmar, de manera que hay que hacerles el caso justo, pero de vez en cuando aciertan.

Económicamente hablando, vivimos desde hace más de 10 años en un mundo que potencia el crecimiento artificial del PIB con mecanismos y medidas forzadas que pueden ser oportunas coyunturalmente para un tiempo corto, pero que abusando de ellas a la larga acabarán explotando sumiéndonos en una crisis monumental. Solamente hay que observar los niveles de endeudamiento de los países y llegaremos a la conclusión de que están muy por encima de lo que razonablemente pueden asumir (hagan un símil ustedes mismos con su capacidad de endeudamiento a nivel personal y se darán cuenta). Este endeudamiento se ha venido potenciando y animando por unos bajísimos tipos de interés artificialmente mantenidos por los bancos centrales y también por la recompra de deuda, bonos y obligaciones por parte de estos organismos. En ningún caso se corresponden las enormes deudas con la generación de riqueza de los países, y la recompra de la misma tiene como objetivo la creación en un bucle interminable de ingentes cantidades de dinero para alimentar la caldera y poder seguir manteniendo la máquina en funcionamiento.

Como la caja de herramientas económicas y financieras es limitada, todo esto acabará explotando en un futuro no muy lejano por el recalentamiento del engranaje, que se mantiene funcionando a base de alimentar el consumo superfluo por encima de lo soportable y así de esta manera se continúa sosteniendo el conjunto del sistema. Es cierto que empezamos a ver indicios y desajustes pero pronto serán una realidad los primeros síntomas del agotamiento, y su materialización se acelerará con la revolución digital y la robótica, que contribuirán a un crecimiento económico muy diferente al actual, destruyendo ingentes cantidades de empleo. Como las máquinas no consumen ni pagan impuestos, el Estado de Bienestar, tal como lo entendemos, no solamente no llegará a todos como ocurre ahora, sino que irá menguando en sus prestaciones e incluso desapareciendo.

Lo peor de todo este futuro escenario es que los dirigentes políticos no lo ven o no lo quieren ver porque, con su cortedad, se centran en gestionar siempre la inmediatez, que es lo que les proporciona votos. Esta visión que ustedes pueden calificar de apocalíptica está a las puertas de un porvenir bastante próximo y su comienzo empezará sin duda por EE UU, donde los avances tecnológicos están mucho más desarrollados y las estructuras empresariales son más flexibles. Háganme caso y prepárense porque no hay que descartar que este nuevo panorama -que es imparable- les alcance a su vida diaria más pronto de lo que se imaginan.