Una colaboración de Landín nunca faltó en los números especiales que Faro dedicaba a las Fiestas de la Peregrina, y en 1954 publicó su última aportación bajo la cabecera De mi viejo carnet. El 8 de agosto hiló un curioso Anecdotario de Pontevedra con cuatro episodios breves.

Un relato plasmó la humorada del poeta Enrique Labarta, cuando se convirtió en estatua viviente sobre un pedestal sin uso en el centro de la plaza del Ayuntamiento, dispuesto para una gran farola que nunca llegó a instalarse. Labarta se subió a la peana de un gran salto y su amigo Gerardo Álvarez Limeses hizo una foto que dio la vuelta a España y hasta se publicó en la revista madrileña Ambos Mundos, para regocijo de todos sus conocidos.

También incluyó en aquel anecdotario una semblanza de Cristina Villó, una tiple quizá nacida en Pontevedra que triunfó en España e Italia a mediados del siglo XIX, tía de una vecina del Burgo casada con el citado Labarta.

Luego contó la confusión sufrida con su nombre por el académico y político Natalio Rivas, quien no dejaba de mandarle saludos y de agradecerle unas supuestas atenciones pese a no conocerse de nada. Solo muchos años después, Landín descubrió que el merecedor de tales cumplidos en realidad era Prudencio Nandín, alcalde de Vigo, que tuvo un comportamiento muy caballeroso con don Natalio tras su fugaz visita al Ayuntamiento para interesarse por la mejor forma de ir a Nigrán para saludar al ex ministro Ángel Urzaiz.

Otra divertido equívoco, que realmente fue una broma pontevedresa bien urdida a un tal Labordeta, forofo del fútbol, convirtió al abogado Landín en el jugador más reclamado para un partido benéfico por su condición de "buen defensor". Ni el improvisado seleccionador entendía su negativa a ultranza, ni el reclamado zaguero comprendía tanta insistencia, cuando nunca en su vida había dado una patada a un balón, hasta que se descubrió el bromazo.