La industria gallega de construcción naval es la segunda de la Eurozona por actividad contractual, primera de España en cartera de pedidos, adjudicataria del mayor contrato civil de la historia del país y líder mundial en oceanográficos. No tendría ninguna de estas -merecidísimas- medallas sin las firmas auxiliares, las mismas que acompañan a unos astilleros capaces de competir a nivel global con buques de la máxima complejidad. A los astilleros que cumplen sus compromisos, claro, porque Factorías Vulcano dejó hace tiempo de pertenecer a este grupo. No paga a las subcontratas, mayoritariamente pymes y micropymes, desde mayo.

El acuerdo suscrito ahora entre el Santander y Trasmediterránea no puede dejar al margen a las auxiliares, que ya tuvieron que sufrir -las que sobrevivieron- una quita media del 80% en la última quiebra de la atarazana. Sacrificar a la industria que hace grande al naval gallego sería, además de una injusticia, una bofetada al esfuerzo y al trabajo bien hecho.Lo mismo que pedir a los trabajadores de Vulcano que vuelvan a las gradas con cinco nóminas de atrasos. El futuro de decenas de empresas no puede depender de un contrato de la factoría de Teis. Otra vez no.