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Si yo fuera Junqueras

Consejos para que Sánchez agote la legislatura y Cataluña supere el "procesismo"

Si yo fuera Torra (y no digamos si fuera Junqueras), anunciaría hoy mismo que los Presupuestos de Sánchez se tramitarán. Qué digo se tramitarán: les daría ya el "sí" definitivo. Al soberanismo debería importarle un bledo quién descuella más en la pugna por la hegemonía de la derecha; lo que cuenta es que sus tres actores se entienden (como ha probado el caso andaluz) y que, sobre la cuestión catalana, están tan de acuerdo que no necesitan pasar del lenguaje de los sordos.

Si los independentistas quieren seguir teniendo opciones, deben trabajar para que Sánchez continúe en la Moncloa hasta 2020. Si la marea derechista no remite y el líder del PSOE se ve obligado a convocar una tetraelección en mayo (porque ERC y el PDeCAT no le avalan las cuentas), a los "indepes" puede terminar cayéndoles un 155 perpetuo encima, y aunque los socialistas se opongan, les escupirán por la comisura de la boca: "Ya os lo dijimos".

Pero de todos es conocido que el nacionalismo se construye sobre el victimismo; más aún: sobre la derrota. Torra, Puigdemont y Junqueras saben esto; por eso veneran a Companys, fusilado por la dictadura, no por la República contra la que se rebeló y que por ello le encarceló; por eso se valen del juicio del "procés", de la cárcel y del "exilio": porque no ignoran que, con esos hechos a su favor, y la idiocia emotivo-irracional que han sabido inocular en la población que les era adepta (o que han logrado así hacer adepta), la base social favorable a la secesión crece y, con el tiempo, puede ser imposible soslayarla.

Visto así, negar a Sánchez (negar sus Presupuestos y su desempeño en la Moncloa) es la mejor jugada a largo plazo. La oportunidad de convertir el juicio en una afrenta nacional es una tentación a la que no pueden ni quieren sustraerse. Es el empujón que necesitan. Y en todo caso (pensarán), de perdidos, al río: si nuestros líderes van a ser juzgados y condenados, hagamos de ello una alternativa de reconstrucción y fortalecimiento. No la han tenido mejor pintada desde los hechos de octubre de 2017.

Porque Sánchez, ¿qué les ofrece? Todo lo más un nuevo Estatut, que votarían, sí, pero no la república. Y son ya seis años oyendo que llegará y llegará. Si han podido esperar seis años, bien puede esperar otros diez. Entre tanto, la base social se ensancha, los represores afilan sus instrumentos de tortura y, con un poco de suerte, Casado, Rivera y Abascal les quitan hasta el derecho a izar la "senyera" en la plaza Sant Jaume. Y por la vía del "cuanto peor, mejor", directos a la república, ¿no?

Sí, al menos para el esfumado Puigdemont y el ubicuo pero atolondrado Torra. Junqueras es otra cosa, pero el hombre no acaba de decidirse a hablar claro. Y hasta que no diga que sus compañeros de aventura (antes Mas, ahora Torra y Puigdemont) son, eso, aventureros oportunistas, no buscadores del gran tesoro de la independencia; hasta que no marque enteras distancias con sus plataformas de lanzamiento y huida hacia delante, no tendremos paz.

La paz que tampoco quieren Casado ni Rivera, que insisten en calentar la olla para ponerla de nuevo a toda presión; y que aún quiere menos Abascal; por él, que se queme el cocido.

Si algo ha demostrado la convención del PP es que Casado tiene el susto metido en el cuerpo, y que un PP que aspire a captar todo el voto de la derecha es un PP "voxizado"; no ya expurgado de rajoyismo, sino directamente contaminado de ultraderecha. No todos están de acuerdo (léase Feijóo), pero con el "cambio" ganado en Andalucía (pese a la cruenta fuga de votos populares a Cs y a Vox) el joven discípulo de Aznar, por ahora, les tapa la boca.

Es la guerra de distingo y mímesis que ya se ha declarado en la derecha, y que sólo puede concluir con el PP situado en el extremo o con ese espacio de voto partido en tres, la hipótesis más probable. Guerra que beneficia al PSOE, pero menos si a Podemos siguen clavándole errejones y su caída en las urnas impide que Sánchez e Iglesias formen pareja de baile.

Guerra, en cualquier caso, que solo puede perjudicar las opciones del independentismo, pues si en algo están de acuerdo PP, Cs y Vox, es en que a los soberanistas catalanes hay que segarles la hierba bajo los pies.

¿Solución? Apoyar los Presupuestos de Sánchez, afrontar el juicio (vale sacar partido propagandístico de él) y romper con la república mental de Waterloo. Y después, sí, ensanchar la base con los réditos que otorga la cárcel y guiar el proceso con la vista puesta en el final del camino. (Lo que no significa, Oriol, poner el carro delante de los bueyes).

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