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Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El comercio

A estas horas, con el ciclo de rebajas postnavideñas marchando a toda máquina, no estaría de más que a quienes corresponda presten atención a las quejas de los pequeños y medianos comercios. Por una razón sobre todas, que consiste en que llevan razón -por supuesto, en opinión personal- en lo que se refiere al desorden en que se desarrolla esa actividad. Pero, además, porque esos establecimientos son la espina dorsal de una forma de negocio que está condenada a una lenta agonía si no se produce antes una modernización y adaptación a fórmulas de competencia de extrema dificultad para las pymes.

La referencia a la competitividad no significa un factor hostil a las grandes superficies. Resulta evidente que por motivos económicos, laborales y sociales las empresas de gran tamaño son, además de convenientes, respuesta adecuada a las necesidades de los consumidores: horarios continuados, aperturas permitidas por la autoridad laboral y "prohibidas" por la realidad de las más reducidas firmas familiares hacen imprescindible la convivencia. Siempre con normas claras, de forma especial en esos periodos de rebajas que además de un servicio a la ciudadanía lo prestan también a la contabilidad empresarial.

Se ha citado que los comercios pyme son la espina dorsal de una parte muy importante del sector en Galicia. No es esa una afirmación banal, y a poco que se reflexione con mesura podrá convenirse en que su influencia -de forma muy concreta en las villas medias y pequeñas- resulta decisiva para el progreso, sobre todo del rural, en este antiguo Reino. Expuesto de otra forma sería extremadamente difícil imaginar el interior de este país y su futuro sin este tipo de negocio. Sin embargo, en muy escasas ocasiones el oficio de la política se ocupa de ese quehacer: paradojas de la vida. La pública, por descontado.

En este punto, resulta importante reconocer que tanto las organizaciones profesionales como la Xunta han realizado una tarea de reconversión adecuada a lo que la teoría anunciaba. Pero aquí, al igual que en el conjunto de la sociedad, la crisis económica de los años 2007-2014 desbarató no solo las previsiones, sino también algunos de los análisis acerca de sus posibilidades de éxito. Casi todo lo que se suponía que los comercios de pequeño y mediano tamaño podrían hacer en el futuro hubo de ser revisado desde el pesimismo. Y aun así, los cálculos negativos se quedaron muy cortos.

La ley de Murphy, que establece que lo susceptible de empeorar empeora, convirtió la previsión en profecía y esta en maldición. Y aún más grave, la teoría de las expectativas -que casi nadie discute ya en la ciencia económica-, que habla de una inminente desaceleración ha puesto en alerta a expertos y especialistas. La prudencia, que es la madre de la ciencia, aconseja a cualquiera que pueda y deba gobernar durante las turbulencias que vienen a estar obligado a defender los comercios -y a toda su actividad- de Galicia con uñas y dientes. De no hacerlo así, el pronóstico será penoso para todos. Y, si no, al tiempo.

¿O no...?

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