Una de las curiosidades más llamativas en las dos o tres últimas semanas del año que acaba de concluir ha sido la práctica desaparición, como instrumento de política activa en Galicia, de la oposición. Y en cierto modo, también del Gobierno autonómico, lanzado casi en exclusiva a una política referida a incrementos salariales de funcionarios y empleados públicos y alzas en las ayudas económicas y sociales de colectivos especialmente dañados por la crisis y sus tiempos posteriores. Se diría que unos y otros sólo se preparan para los idus de mayo, pero ya se verá.

El caso es que en este 2019 de estreno parece que la izquierda se quedó sin asuntos serios que criticar y que el centroderecha apuesta en Galicia por atender lo que tenía descuidado desde hace demasiado. Y con esa ventaja, añadida a otras que ya tenía -desde su propia resistencia al desgaste, en todo caso lento, y la absurda política de gran parte de la oposición- buscará un resultado en las municipales que le permita afrontar el doble desafío de mantenerse en la Xunta y garantizarse el candidato capaz de lograrlo, que a día de hoy sigue siendo el señor Núñez Feijóo.

Es lo que hay, salvo acontecimientos graves a nivel de Estado que ahonden en la obvia incapacidad del Gobierno de Sánchez para resolver el principal problema de la España actual sin crear agravios comparativos que acabarán por conducir a estos Reinos a situaciones de casi imposible salida. Pero sea como fuere y pase lo que pase, la derivada más grave es la práctica desaparición como fuerzas de Estado de las que han asegurado la convivencia durante casi medio siglo. Y sería útil recordar lo que pasó aquí cuando se acabó la alternancia entre conservadores y liberales.

Dicho eso, y sin la menor pretensión de amargarle a nadie el dulce de estas fiestas, resulta necesario sumar a problemas que ya son serios de por sí otro que los agrava en conjunto. La crisis absoluta de liderazgos que padecen las fuerzas políticas en presencia. Los hechos, y su contradicción con sus dichos, del señor Sánchez hablan por sí mismos, como lo hace la aparente incapacidad de don Pablo Casado para ofrecer al país una seria y programada rectificación de los errores del PP e incluso anunciar iniciativas de mejora para sus aciertos.

Lo peor de todo ello -porque lo de Murphy, tarde o temprano, se cumple- es que la mediocridad se contagia. Pablo Iglesias es un oportunista de una extrema izquierda que en Europa existe pero no gobierna por falta de capacidad. Y por la derecha la impaciencia de muchos que reclaman soluciones "a la antigua" para problemas con nuevas facetas y matices empiezan a reconstruir lo que la incapacidad de los centristas para otra cosa que no sea "bisagrear" consolidó años atrás. Expuesto todo eso, hay una pregunta obvia: cómo se sale del atolladero. De tan difícil respuesta que parece escrita para describirla la canción aquella que decía "y así pasan los días, y yo desesperando, y tú, tú contestando, quizás, quizás, quizás". No era para eso, pero si se piensa despacio, encaja. ¿No??