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Luis M. Alonso.

sol y sombra

Luis M. Alonso

Los locos y los ciegos

En esta nueva versión de los locos que guían a los ciegos lo peor no sé si es la locura de los primeros o la ceguera de los segundos. Un mosso le decía el pasado viernes en Barcelona a un agente rural: "La república no existe, idiota", después de que este le animase a defender a los suyos. La república catalana sólo anida en los sueños de los locos y en la salmodia del sujeto que ni siquiera llegó a proclamarla antes de huir de la justicia camino del exilio. Pero sí sustenta un sueño imposible que alguien se encarga de alimentar de la forma más irresponsable y necia del mundo.

El problema es que los que en su locura la alumbraron no saben en estos momentos cómo desactivarla de las conciencias ciegas. Estuvieron jugando durante años a un independentismo lucrativo y ahora se encuentran con que el juego se ha traducido en independencia. No es lo mismo.

La cuestión catalana, un sarpullido que brota en España cada equis tiempo, sería menor si ese sueño imposible alcanzase al 90 por ciento de la población y esta clamase por separarse, aun estando fuera de las oportunidades políticas que otorga la Constitución. Pero no es así, ni siquiera se percibe claramente una mitad electoral de Cataluña decidida a hacerlo.

En la Eslovenia que ha predicado Torra antes del "diálogo efectivo" con Sánchez y del nuevo guiño de Artadi para que sigan apretando los ciegos de la agitación callejera, eran más del 90 por ciento lo que querían romper una Yugoslavia que ya se descomponía. Pero no existe ni de lejos esa suma de voluntades entre los catalanes con respecto al país donde han vivido la mayor etapa de progreso de su historia y pese al empeño de las administraciones centrales en permitir una educación inspirada en el odio contra España. Creer que algo se puede romper así, sin daños, es ceguera. No darse cuenta, necedad.

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