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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Doctor Sánchez y Míster Pedro

Defiende la vicepresidenta del Gobierno que su jefe inmediato, Pedro Sánchez, opine de una manera como líder de la oposición y de otra como primer ministro al mando. Parece lógico. Por usar de una metáfora taurina, no es lo mismo ver los toros desde la barrera que en el coso y en funciones de matador.

Una vez llegado al Gobierno, Sánchez ha descubierto que debe seguir vendiéndole armas a los matarifes, sujetarse a los mandatos financieros de la Unión Europea y aplicar, en general, eso que el prusiano Bismarck llamó "realpolitik". Las ideologías, como bien han entendido los líderes comunistas chinos, son un asunto accesorio que en modo alguno deben interferir en el manejo de la realidad.

El caso de Sánchez no es el único, por supuesto. También Felipe González, que disfrutaba de mayoría absoluta, cambió súbitamente de parecer sobre la OTAN al poco de asumir el poder.

Había ganado las elecciones bajo la promesa de sacar a España de la Alianza Atlántica; pero, lejos de hacer honor a su compromiso, convocó un referéndum para meterla de hoz y coz en esa organización que antes era militarista y de derechas. Lo más notable del asunto es que una mayoría de españoles votaron a favor de seguir en la OTAN con la misma fe que antes habían puesto en elegir al líder que les había prometido abominar de ella.

Tampoco es cuestión de izquierdas o derechas. Si el socialdemócrata González podía decir una cosa y la contraria según estuviese en el poder o en la oposición, también el conservador José María Aznar mudó alguna que otra idea para asegurar el poder.

Se había presentado Aznar -y aún sigue ejerciendo de ello- como el azote de los nacionalistas, pero eso no impidió que colmase de mimos a Jordi Pujol cuando precisó de sus votos en el Congreso. Entre otras transferencias de menor enjundia, concedió a la Generalitat su actual policía autonómica y, ya puestos a apurar la jugada, no dudaría en revelar que hablaba catalán "en la intimidad".

Ese mismo baño de realidad lo ha recibido ahora Pedro Sánchez, obligado a hacer equilibrios propios de funambulista con su muy precaria minoría de diputados. Para satisfacer a sus socios de la banda izquierda, el actual presidente arrancó con la cancelación de un contrato de bombas a Arabia Saudí, decisión que apenas habría de durarle un par de días. Justo el tiempo en que tardó en caer en la cuenta de que podría comprometer otros negocios con los jeques. La realpolitik aconseja en estos casos que no se juegue con las cosas de comer, como pronto advirtió el novato primer ministro.

Cuestión distinta y tal vez más interesante es el desdoblamiento de personalidad que la vice Carmen Calvo atribuye a Sánchez. Sugiere Calvo que su jefe no calificó de "rebelión" el proceso secesionista de Cataluña como presidente del Gobierno, aunque sí lo hiciese cuando estaba en la oposición. Esto es tanto como decir que la presidencia, al igual que el sacerdocio, imprime carácter.

De ahí a deducir que en el jefe del Gobierno coexisten un Doctor Sánchez presidente y un Míster Pedro de opiniones contrapuestas no hay más que un breve trecho. Y, si bien se mira, una ventaja. Sánchez siempre podrá culpar a su otro yo de todo lo que le salga mal en el ejercicio del cargo. Ni siquiera Stevenson llegó tan lejos al novelar el extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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