El estamento médico estuvo a la altura de una situación de emergencia y su trabajo resultó encomiable. No quedó un solo paciente sin atender, ni en la ciudad ni en el rural, independientemente de su estatus social. Y para cuidar a los soldados enfermos durante los peores momentos, llegó de Madrid un médico militar del Regimiento del Rey, por orden del ministro de la Guerra.

El inspector provincial de Sanidad, Fernando Rubio; el director del Laboratorio Municipal, Eduardo Mosquera, y el médico higienista, Pelayo Rubido, coordinaron todas las actuaciones de los doctores municipales. El ex senador Cea Naharro y el corredor de comercio Francisco Rodríguez, cedieron sus vehículos para agilizar los desplazamientos y las visitas a los pacientes. Médicos y farmacéuticos no resultaron invulnerables a la temida enfermedad, que costó la vida a Benito Pazos, inspector de Beneficencia y médico de la Asociación Protectora del Obrero. Por su parte, Perfecto Feijóo y Eduardo Mosquera, pudieron abrir sus farmacias tras recuperarse pronto. Más tiempo permaneció encamado el doctor Francisco García.