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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

De Serena a Veloso

Leo en las páginas deportivas de un periódico la triste noticia de la muerte del futbolista Fernando Rodríguez Serena que pasará a la historia como el jugador que marcó el gol que le dio la victoria al Real Madrid sobre el Partizán de Belgrado (2-1) en la final de la copa de Europa de 1966, y con ella el sexto título en esa competición. Aquel Real Madrid era conocido como el Real Madrid yeyé por la juventud de la mayoría de sus integrantes (Pirri, Zoco, Grosso, De Felipe, Sanchís, Velázquez, Amancio...) en el que solo sobrevivía Gento de la etapa anterior.

Serena, que solía jugar de extremo, o por la banda como ahora se dice, era rápido y habilidoso aunque no un goleador nato, pero aquel día lanzó desde esa posición un disparo cruzado fortísimo imposible de parar por el portero yugoslavo. El balón entró por la escuadra y con ese gol en el minuto 76 se deshacía el empate que había logrado Amancio seis minutos antes. Serena jugó cinco temporadas en el equipo de Concha Espina, fue una vez internacional ante Francia, y cuatro veces campeón de la Liga española, después militó en el Elche y en el modesto Sant Andreu hasta su retirada en 1976. Por aquel tiempo, debo de reconocerlo, Serena, futbolísticamente hablando claro, no me caía demasiado bien. Entre otras sinrazones porque le disputaba el puesto en el Real Madrid a Veloso, un delantero gallego que era de mi preferencia. Veloso había jugado antes en el Turista vigués y en el Deportivo de A Coruña, donde había formado un terceto fabuloso con Amancio en la punta del ataque y con Jaime Blanco sirviendo balones desde atrás. Andando el tiempo, y en distintos momentos, los tres acabaron jugando juntos en el Real Madrid. Las preferencias respecto de los futbolistas son tan inexplicables como las preferencias respecto de los toreros y uno se hace simpatizante de este o de aquel por pulsiones misteriosas.

De Amancio hay poco que añadir porque fue una figura del fútbol mundial y su talento ha sido ampliamente reconocido. De Jaime Blanco, queda entre los aficionados el aroma de un jugador de técnica exquisita apoyada por un fondo físico inagotable. Y de Veloso, ¿qué puedo decir yo que fui incondicional suyo? Pues, todo bueno y casi nada malo. Porque Veloso, para ser delantero centro (aunque a veces también lo hizo de extremo) parecía pequeño y demasiado frágil para un puesto en el que había que batirse con defensores atléticos que barrían el frente de ataque sin distinguir entre el balón y las piernas del contrario. Pero Veloso se manejaba sin miedo en esa jungla. Jugaba y regateaba con los dos pies, se colocaba como nadie en la línea fluctuante del fuera de juego para sacar ventaja y le pegaba a la pelota con una dureza imposible de relacionar con su físico. Cuando estaba asentándose como titular, después de un golazo al Anderlecht, se lesionó y fue sustituido por Serena que, he de reconocerlo, también era muy bueno.

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