Cuando llega el otoño, aparte de la caída de las hojas, cambian muchas cosas en nuestra vida cotidiana. Para empezar, los niños comienzan el colegio, y menudo alivio para los padres. Las vacaciones de los escolares son muy largas, casi tres meses, y creo que esto no es bueno, pues la vida es disciplina y orden y son muchos meses vagueando la mayoría de las veces.

Al llegar el otoño, en la ciudad, en horas punta, empiezan los atascos, con los autobuses de los escolares, y no digamos si empieza a llover, pues usamos más el coche y muchas veces el tráfico se convierte en un infierno.

La mayoría ya hemos disfrutado de las vacaciones y empieza la vida real y auténtica; la vuelta al trabajo con su disciplina, preocupaciones y nuestro estrés y angustia.

Los abuelos aumentan su trabajo y su actividad; en una gran mayoría tienen que preocuparse de sus nietos, pues sus padres están trabajando.

Pero el otoño es una gran oportunidad para mejorar, y ese mejorar nace de una profunda reflexión. Malo si tu trajín te impide tener momentos de reflexión y de examen.

Todos sin excepción estamos llenos de defectos y somos como esos árboles en que hay que poner una estaca para que no se tuerzan y por eso es imprescindible la reflexión y el examen.

La reflexión nos hará mejores, porque nos daremos cuenta en qué fallamos y nuestro desafío es interminable.

En primer lugar, nuestra relación con nuestro cónyuge. La mujer necesita cariño y atención, tiene que sentirse querida y eso nos trae consigo estar atento y no descuidar lo más importante en la vida.

Cada uno tiene su talón de Aquiles. Cuenta la mitología griega que los dioses enamorados de Aquiles quisieron hacerle inmortal y para eso lo ducharon en una bañera con un líquido con esos dones, pero dejaron una parte de su cuerpo sin mojar.

Cada uno tiene su talón de Aquiles: pereza, egoísmo, insolidaridad, comodidad, etc. Por eso la mujer, como el hombre, tiene que saber cuál es su talón de Aquiles.

En los atletas vemos normal cómo van haciendo sus series y van controlando sus tiempos, cómo sudan y cómo siguen corriendo a pesar de sentirse cansados.

El grano de trigo para que dé fruto tiene que morir y el labrador tiene que esperar para recoger sus frutos. Las plantas si no se riegan se mueren. ¡Qué claro lo vemos en la naturaleza y que difícil lo vemos en nosotros!

Sin reflexión y sacrificio nuestra vida está muerta, aunque estemos muy vivos.

La vida es una maravilla cuando creamos proyectos y tenemos ilusión. Al final de nuestra vida tenemos que presentarnos con las manos llenas. Nuestro padre Dios nos ha dado a cada uno una misión que debemos ejecutar.

El otoño es un buen momento para pulir nuestro comportamiento y dejar caer nuestros defectos como las hojas lo hacen de los árboles.

La medicina para todo esto es el amor, amor para querer a todos los nuestros y salirse de nuestra área de confort, atender las necesidades de los demás. El otoño es un buen momento para empezar de nuevo.

Miembro del Club 55