La fidelidad y el compromiso no están de moda en la actualidad, algo que hace sesenta años sí existía, sobre todo el compromiso.

Hace sesenta años la zona más infiel era Cataluña. Los empresarios iban a los bancos acompañados de su querida y la belleza de su acompañante era un plus para conceder el crédito.

Estos días hemos celebrado el 55 aniversario de boda de mi cuñada Anta y mi hermano Recho, hemos celebrado las bodas de oro de mi hermana Alex y mi cuñado Víctor. Tengo amigos que llevan más de cincuenta años casados: Matilde y José Luis Sicre, Mari Trini y Agustín, Tucha y Félix, etc...

La fidelidad es posible. Pero la fidelidad y el compromiso no solo es en el campo del matrimonio. En el mundo del trabajo hay dos filosofías bien distintas: una, la americana, que lo normal es que antes de jubilarse hayas pasado por varias empresas, y la filosofía japonesa que es un honor jubilarse en aquella empresa en la que ha sido tu primer empleo.

Yo, en mi experiencia, puedo decir que he sido empresario y emprendedor muy joven. Mi primera empresa fue ATIR, el nombre de mi madre al revés, y me he jubilado a los setenta y tres años siendo empresario y emprendedor y sigo con buenos amigos creando sociedades sociales sin ánimo de lucro.

En mi empresa Amura puedo decir que tengo el caso de Carlos Borines, Mercedes Nieto y Miriam Saavedra, que siendo muy jóvenes llevan casi treinta y cinco años trabajando en nuestra empresa y creo que es un mérito por parte de ellos y también nuestro. Tengo amigos y antiguos empleados de más de sesenta años, como Apolinar Martínez, amigo fiel y con solera, ya su padre fue empleado de mi padre y de mi abuelo Juan Otero Milleiro.

Fidelidad en los amigos. Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría de la Complutense, decía que para tener muchos amigos hay que tener mala memoria y que no se puede andar por la vida anotando agravios. No hay cónyuge perfecto, ni empresario o empleado perfecto, ni amigo perfecto. Una forma para conservar todo aquello que vale la pena es la tolerancia. Todos somos humanos y todos podemos equivocarnos, por eso la intolerancia es muy mala y el resultado es quedarte solo.

Pero lo que hace maravillosa la vida de cada uno es el amor. El amor es la sal que hace sabroso los alimentos, y cuando se habla de amor debemos de entender amor inteligente, porque si no estamos hablando de amor empalagoso.

El ser humano tiene que sentirse querido, principalmente la mujer. Yo tengo amigos de la universidad que han conseguido el sí de su amor a base de insistir y no desfallecer. Para algunos más orgullosos nos parece patético, pero la vida y el amor tienen muchos matices.

Hay algunas personas no tan jóvenes que me confesaron que el amor de su vida llegó al segundo intento y que estaban dispuestos a seguir buscando pareja hasta encontrarlo.

A mí me parece un dislate. Los que nos hemos casado hace más de cincuenta años, lo normal es que la mujer no fuese de segunda mano. Entendíamos nuestro compromiso y la mayoría cumplíamos y éramos fieles. La mayoría éramos creyentes y, en gran parte, practicantes. Teníamos nuestros principios religiosos y éticos, que nunca fueron fáciles, pero si nos desviábamos teníamos nuestro norte.

Hoy lo que falta en gente joven son principios religiosos y éticos y falta fortaleza para cumplir con nuestros compromisos.

Yo soy por naturaleza optimista y llevo casi 53 años de casado; amo cada vez más a mi mujer y nuestro clan familiar entre hijos, hijos políticos y nietos llega a 51. Yo estoy seguro de que las aguas volverán a su cauce. Que la fidelidad, el compromiso y el esfuerzo volverán al ser humano. Lograremos ser felices y eso es lo que Dios quiere pues el ser humano es imagen de Dios.

*Miembro del Club 55