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Diésel

Que los combustibles de origen fósil están afectos a una histórica transición para su sustitución por otras fuentes energéticas renovables es un hecho y, por tanto, de lo que toca hablar es cómo producimos un amplio consenso para que esa transición tenga el menor impacto económico posible y la economía no sufra daños irreparables.

Es obvio que lo primero es evitar el maximalismo, propio de inquietudes políticas de orientación a corto plazo. Cuando hablamos de transición energética los plazos superan los tiempos de gestión política y el enfoque siempre ha de ser a medio y largo plazo, pero sí, es importante empezar cuanto antes, para que los ritmos se acompasen debidamente. Un ejemplo muy interesante está siendo el caso del diésel. Después de décadas introduciendo este combustible como fuente energética principal de la movilidad, logrando entre otras cosas pasar de una capacidad de producción de contaminantes muy acentuada a una situación actual donde la tecnología del diésel también ha evolucionado de forma significativamente positiva, lo que sí es cierto es que dado el tratamiento fiscal correlacionado con los costes productivos de nuestra economía, ahora su uso está prácticamente generalizado. Por tanto no es de recibo que se diga que de la noche para la mañana esta ciudad u otra prohibirán el uso de vehículos diésel por sus calles, o que desde el estamento político se envíe el mensaje de que el diésel está muerto, cuando lo que realmente está pasando es que debe ser sustituido a medio plazo y por tanto las políticas deben adaptarse a estos períodos.

Es verdad que no hay cálculos del impacto económico a nivel mundial que determine con precisión los costes de la sustitución de los combustibles fósiles por energías alternativas. Toda la base productiva instalada, desde los pozos de petróleo, pasando por importantes infraestructuras y medios de transporte, refinerías, gasolineras y todo el entramado de fabricación y mantenimiento de vehículos que por millones pueblan la tierra, deberán ser sustituidas y esto tendrá que hacerse de forma progresiva y con una evolución de impacto razonable ya que las pérdidas económicas y financieras pueden causar una seria devastación en los capitales, muchos de ellos formados por ahorradores e incluso pensionistas que han depositado su futuro en inversiones asociadas de alguna forma a este producto tan popular.

*Economista

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