Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los alumnos y alumnas de Villaornate

Aumenta inconteniblemente la presencia en el espacio público de las cansinas y cacofónicas distinciones de género ("todos y todas, gallegos y gallegas, trabajadores y trabajadoras?") incluso en boca y pluma de quién menos se esperaría, tal es la fuerza de lo políticamente correcto.

Recientemente llegó la moda a la ceremonia de toma de posesión de los nuevos "MINISTROS Y MINISTRAS", nada que se diga parece que pueda detener esta plaga que amenaza con llegar al cielo y poner en cuestión el machismo teológico de Dios Padre y recuperar la diosa de tan honda raigambre en la (pre) historia de la humanidad. Pronto veremos plegarias del tipo "Dios mío y Diosa mía" que visibilice lo femenino en la divinidad. Y quizás nuevos morfemas que no oculten la presencia de los integrantes de LGTB.

Pero ¿son estas modas realmente nuevas? ¿No resurgen cíclicamente? Por lo menos así ocurre en este caso. En una de las novelas más estupendas y divertidas de la literatura española "Fray Gerundio de Campazas" del jesuita padre Isla publicada a mediados del siglo XVIII (una crítica feroz de los sermones disparatados, estética y teológicamente de los predicadores del barroco) se describe la educación del joven Gerundio en la escuela del cojo de Villaornate. Este maestro tenía singulares ideas ortográficas y sobre la distinción de género. Entre las primeras defendía que en la edición de libros se empleasen mayúsculas en los párrafos atinentes a asuntos importantes y minúsculas en los nimios, con el fin de que el lector se concentrase en los primeros y omitiese los segundos, con el consiguiente ahorro de tiempo y aumento del provecho general.

Por lo que se refiere a la explicación del género consideraba intolerable no distinguir la sujeta del sujeto y la testiga del testigo o no hablar de una mujer giganta o no comuna, basada curiosamente en un argumento machista: "No falta más que nos quiten las barbas y los calzones y se los pongan a las mujeres. Sería confundir los sexos y parecería romance de vizcaínos". Así finalizó su escuela Gerundito "bien atestada la cabeza de estas impertinencias y muy aprovechado en necedades y extravagancias".

Como vemos siguen saliendo alumnos y alumnas de la escuela de Villaornate, proliferación que no necesita de la asociación entre ellos y ellas tal los jueces y juezas de la constitución bolivariana que en un excelente artículo en estas mismas páginas recordaba mi viejo amigo Alfonso Álvarez Gándara.

Compartir el artículo

stats