Estábamos ubicados en pleno pulmón de Vigo y sin quererlo, por un cambio de ley, nos convertimos, de un curso para otro, en un colegio rural de Nigrán ubicado en el Barrio de Tomadas, en Chandebrito. Aunque cercana a nuestra ciudad, para algunos de nosotros una zona totalmente desconocida.

Era un cambio arriesgado, aunque lleno de ilusiones y nuevos proyectos.

La mayoría no éramos conscientes de lo privilegiados que habíamos sido con este cambio, incluso nos parecía un lugar demasiado alejado de la gran ciudad. Pero poco a poco nos empezó a parecer un sitio maravilloso por las experiencias vividas por nuestros alumnos.

Observamos que muchos de nuestros más pequeños empiezan a descubrir el mundo animal, que hasta ahora solo habían visto en los cuentos o en la televisión. Desde los insectos, que intentan coleccionar de forma inocente envolviéndolos en el papel de la merienda para llevárselos a casa como si de un tesoro se tratara, hasta los más hermosos caballos que pastan con libertad alrededor de nuestro centro, como el rebaño de ovejas y cabras que comían las ricas hojas que rodeaban nuestra verja.

Otros descubren asombrosos animales que incluso yo no había visto en carne y hueso, como una salamandra impávida que un buen día nos recibió como si de una escultura se tratara, una familia de lagartos que decidió vivir rodeada de niños en nuestro patio o una rana que quiso jugar con los niños de educación infantil y decidió colarse en nuestro patio cubierto.

Me encanta ver la cara de los niños cuando les dices que vamos a dar un paseo por el monte para recoger castañas, hojas o simplemente para ver la naturaleza, escuchar a los pájaros o para merendar haciendo un picnic en lo que era el monte de Chandebrito. Si en lo que era, porque la primera mañana después de la tragedia, cuando iba por la carretera para subir al colegio pensé que estaba soñando. El paisaje era desolador e irreconocible. Conduje con prudencia y miedo por lo que iba viendo y por lo que me pudiera encontrar al llegar. El camino al Colegio Estudio y sus alrededores estaban totalmente calcinados, incluso los árboles que habían plantado el curso pasado nuestros alumnos con toda su ilusión y las plantas que con sus propias manos habían cultivado en unas jardineras del patio la semana anterior.

Nos sentimos impotentes, tristes y desolados, no solo por nuestro colegio, sino por lo que han tenido que vivir los vecinos y personas afectadas por todos los incendios que se han producido.

Desde el Colegio Estudio hemos puesto nuestro granito de arena en la repoblación forestal y veo con ilusión cómo la naturaleza se abre paso nuevamente recuperando el magnífico entorno boscoso que rodea este colegio.

*Profesora de Educación Infantil, Colegio Estudio Vigo