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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

La impensable erótica del grelo

Un traductor automático de Facebook informa al público anglohablante de que el grelo es un clítoris e incluso un "pussy", que viene a ser lo que los castizos llaman por aquí un coño (con perdón). Se conoce que las aplicaciones robotizadas empiezan a disfrutar de imaginación, signo evidente de que la inteligencia artificial viene ya en camino.

Tendré que preguntarle sobre esta amenaza de los robots a mi entrañable amigo Juan José Calaza, dandy de erudición inagotable e inteligencia preternatural propia de matemáticos y ángeles, que fue quien me puso en la pista de este singular asunto.

Hay que hacer mucho gasto de fantasía, desde luego, para ver en el grelo la menor semejanza con esos felices órganos de la feminidad a los que aluden los traductores mecánicos. En realidad, la que pasa por ser verdura típica de Galicia es un vegetal de lo más pudoroso que solo se aparea con el lacón y, a lo sumo, comparte cama redonda con otras partes del cerdo en el lecho del cocido.

Cierto que el grelo es un brote del nabo, lo que acaso daría pretexto a otro tipo de analogías eróticas; pero no van por ahí los traductores ingleses por mucha inteligencia artificial que le echen al asunto. Con el clítoris aún podría compartir el grelo cierta apariencia, si bien desmesurada y un tanto improbable por su tamaño. Ahora bien, la comparación con el conejo -vamos a llamarlo así- es un perfecto despropósito bajo cualquier punto de vista.

Las metáforas eróticas son, en realidad, de orden más bien marino en Galicia, que por algo se trata de un país de mucha pesca con balcones a dos mares. Abundan por aquí las coplas picantes a propósito de los amores entre el berberecho y la berberechiña, lo que no es de extrañar dada la sugerente forma de todos los bivalvos.

Testigo imparcial de esto es el legendario gourmet francés Brillat-Savarin, gran devorador de ostras que atribuía virtudes afrodisiacas a los frutos acorazados del mar, aunque no existan evidencias concluyentes que verifiquen tal leyenda.

Más apropiado parece imputar esa creencia a la peculiar forma de las ostras y, en especial, de las vieiras, que deben su nombre -más evidente en el castellano "venera"- a la evocación visual del monte de Venus. Ahí sí atinarían los robots de traducción en el caso de que decidieran verter la palabra vieira al inglés con el vocablo "pussy" que adjudican impropiamente al grelo.

Conviene añadir, para ser justos, que los gallegos no practican el sexismo en las analogías eróticas de su gastronomía. Si la vieira o la valva del berberecho les recuerda inevitablemente el glorioso monte de Venus, no es menos verdad que también los percebes de O Roncudo -famosos por su gran tamaño- hacen que los entendidos les apliquen el remoquete de "carallo de home".

Lo del grelo es peor. La mala cabeza de los traductores automáticos convirtió, sin pretenderlo, la Fiesta del Grelo de As Pontes en una Fiesta del Clítoris que suena exageradamente a bacanal. Y aunque esto podría fomentar el turismo erótico en Galicia, tampoco conviene ir tan lejos si se tiene en cuenta que aquí ya celebramos una Festa do Polbo en O Carballiño. Denominaciones tan equívocamente sugestivas como estas exaltan el ánimo del visitante, pero a riesgo de que la promesa acabe en decepción. Aunque siempre quedará el recurso de cargarle la culpa a los traductores inhumanos y a su dudosa inteligencia artificial.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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