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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los peligros

A la vista de que un grupo de profesionales del ruido parecen decididos a anteponer sus intereses internos y externos aun a costa de crear alarma social, quizá sea necesaria alguna reflexión. Siquiera para evitar que la gente del común, ante la ausencia de respuesta -salvo las oficiales, que casi siempre dejan un poso de duda-, acabe creyéndose de pe a pa lo que les cuentan los trovadores de la izquierda, que también los hay y a veces más eficaces que los de la derecha. Lo que no sería sensato, sobre todo tratándose de un asunto tan delicado como la Salud Pública.

Y es que, al menos en opinión de quien esto escribe, la oposición y algunos estamentos profesionales opuestos a la política sanitaria actual han hecho públicas duras críticas contra la Lei de Saúde que la Xunta ultima. Pero tal actitud, que es legítima, pierde buena parte de esa condición cuando, además de citar los puntos de desacuerdo, tiran por elevación y hablan de "peligros" para la ciudadanía. Y como ese concepto aplicado a algo tan serio como la eficacia asistencial asusta a cualquiera, ha de considerarse "palabras mayores" cuyo uso debiera ser más matizado y más prudente, aparte de nada oportunista.

Lo expuesto no significa, y de hecho así quedó dicho ya en este periódico, que quien escribe comparta todos los puntos de esa Ley que están al alcance de sus entendederas, pero sí que insiste en la idea de que hablar de "peligrosidad" de una norma sanitaria es una frivolidad. Porque ni excluye, ni puede hacerlo, una fatalidad ni se refiere a complejos diagnósticos que puede estar equivocados; es sencillamente un texto de ordenación, regulación y estructuración. Y si nada hay donde el nivel de riesgo sea cero, en esto seguramente tampoco, pero no se debe hablar de imprudencia.

Es probable, desde luego, que el proyecto de la Xunta resulte mejorable. Y para hacerlo factible están en un sistema democrático las estructuras parlamentarias, que incluyen instrumentos para dialogar, pactar y corregir siempre que exista talante y talento. Pero oponerse desde el primer momento y en la calle -por cierto, como hace el PSOE andaluz contra la política hospitalaria de "su" Junta- es un mal sistema y tiene poco que ver con mejorar el fondo: lo que se busca es desgastar a un gobierno por intereses electorales y/o corporativos, que de todo hay.

La Sanidad Pública gallega, con todos sus defectos -que los tiene-, es una de las mejores de España, lo que quiere decir de Europa. Y aunque ha padecido y padece recortes debidos aún a la crisis, y que deberían estar ya en trance de eliminación, y también sufre el "furor legislativo" que todo cambio genera en un gobierno cualquiera, es fiable, aunque no puedan excluirse errores, como en ninguna actividad humana. Pero inducir la desconfianza -sin motivo global- de una sociedad no solo es irresponsable, sino también sectario. Y, aun como opinión, hay que decirlo.

¿O no...?

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