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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Simplezas en vacaciones

Su escribidor de ustedes está de vacaciones, ausente de su medio, con la suficiente lucidez nerviosa y la curiosidad escudriñadora que le da su carácter, pero sin el recurso de las fuentes que le proporciona su biblioteca. No obstante, no se siente tan insípido y vacío como para estar todo el día al sol, vuelta y vuelta, sometido a la acción benéfica y tostadora del sol de la tierra donde tiene la mitad de su origen, Gran Canaria, donde un día nació su padre.

Todo lo contrario, sometido al hechizo de la afortunada isla tiene las fuerzas renovadas que le transfieren el súbito cambio de lugar, no sabe si por el cambio atmosférico o por el bendito clima de la tierra de sus ancestros. Vaya, que no admite, ni mucho menos, el famoso "síndrome del folio en blanco", al que dicen consecuencia del llamado "bloqueo del escritor", descrito por el psicoanalista Edmund Bugler en 1947, consecuencia paradójica de la autoexigencia o de su extremo opuesto, la vagancia. Para que tal no ocurra, quien les habla ha decidido obsequiarles, una vez más, con esas frases cortas que llama simplezas, sentencias a mitad de recorrido entre las greguerías y los aforismos. Frases, eso sí, que carecen de norma alguna preconcebida ni finalidad concreta literaria. Son expansiones con afán de entretener al lector y darle la oportunidad de decir sí o no a lo que quieren o parecen expresar.

Antes de enumerarlas, y por motivos de conciencia, el autor de estas líneas quiere hacerles una confesión, a modo de aclaración exculpatoria. Se le acusa de que una buena parte de estas simplezas significan lo contrario de lo que en principio parecen señalar. Por lo tanto han de considerar lo que parecen decir y lo contrario, o incluso el significado que les venga en gana. Se le acusa, asimismo, de que al escribir estas frases se va por las ramas, o quizá no tanto, porque ocasionalmente aprovecha la ocasión para decirles cosas que de otra manera se callaría. Se le acusa de que sus sentencias están influenciadas por los obligados cambios de las estaciones del año. Ahora en verano, de forma indefectible asociadas a las vacaciones y en buen grado a la inactividad, ya de por sí excesiva en un jubilado y, como consecuencia, con demasiado tiempo para pensar. Y claro, lo malo de tanto pensar es que uno no solo piensa en la bueno sino también en lo pendiente. ¿Quién no tiene algo pendiente, aunque sea engarbullado por otros y le haya caído, previo engatusamiento, bien intencionado o no? Por si fuese poco, ha de añadirle lo que trae la edad, las cavilaciones sobre los achaques de salud, aunque estos se vayan superando. Mas por encima de todo, considera que el descanso y la convivencia con sus seres queridos le hacen vivir momentos muy felices e iba a decir más humanos. Pero no. Porque humanos es lo que somos, lo que no es mérito sino naturaleza.

Finalmente, y antes de entrar en materia, su escribidor de ustedes les revela, para no caer en descreimiento y evitar expiación, que su última lectura ha sido Albert Camus. Breviario de la dignidad humana (Plataforma, 2013). Se trata de una edición conmemorativa del centenario del nacimiento del filósofo, a base de fragmentos de textos seleccionados por Elisenda Julibert quien, sin hilo conductor ni tema central, recoge las preocupaciones que motivaron a Albert Camus (1913-1960) en su obra. El rasgo fundamental es la fidelidad a la realidad. Sus reflexiones son siempre en este mundo y para este mundo, a la búsqueda de conclusiones legítimamente verdaderas según la razón, gusten o no, pero sin perder el optimismo. Esta lectura ha afectado, sin duda, las simplezas que hoy aquí se enumeran.

Así de simple, así de raro: primero pensar y después actuar.

Si es despreciable todo lo que encuentras en otro hombre, el mezquino eres tú.

Lo peor de la mediocridad es que pasa inadvertida para el mediocre y su duración es interminable.

Pocas cosas son tan duras e insufribles como la injusticia de la Justicia.

¿Por qué siendo la libertad individual, es concedida por otros?

El hombre no es responsable de sus comienzos, pero sí, casi siempre, de su fines.

Lo peor de la inocencia es tener que justificarla cuando habla por sí misma.

Libertad es poder decir sí y no, aunque no guste a los demás.

No hay legalidad sin moralidad ni moralidad sin legalidad.

Solo manda el que es obedecido por convicción, los otros ordenan y son acatados por imposición.

En política despreciar a la oposición es fascismo.

Tarde o temprano, la última palabra siempre la dice el que tiene la razón.

En la juventud y la ancianidad, la vida es servir y ser servido en la proporción que impone la edad.

Si puedes, escoge felicidad y no desgracia, siempre que aquella no exija indignidad.

La felicidad es el fruto de una acción correspondida.

La mayor felicidad de un médico es vencer la tiranía de la enfermedad.

Por duro que sea hay que compadecerse de los que ejercen el desprecio.

La infidelidad es una traición de dos caras.

Cuando un hombre se suicida, algo hemos dejado de hacer.

En la vida, ni delante ni detrás, siempre a lado, recibiendo o dando guía y enseñanza.

Se puede ejecutar al libertador pero jamás a la libertad.

Solo los políticos ejercen la oportunidad profesionalizada.

Mandar es muy sencillo, solo exige capacidad, resolución, prudencia y cordialidad, frente a insuficiencia, prepotencia, indecisión, riesgo y desabrimiento.

A un libro no lo hace largo el número de páginas sino el de referencias cruzadas.

La belleza no está en esto, aquello, o lo otro, sino en la conjunción del todo armónico.

No importa la derrota si de inmediato te preparas para la próxima victoria.

Nada suena más triste que un chiste a destiempo.

Frente a la indignidad del juicio sin causa, el derecho indiscutible de la honestidad del juzgado.

En los fracasos hay que volver al principio, destruir lo iniciado, volver a nacer y comenzar de nuevo.

En la vida unas personas crean el ambiente y otras lo viven. Sin las primeras no habría las segundas.

Las olas son las caricias recurrentes de su playa.

Cuando utilizamos aquello que fue de nuestros antepasados, le damos vida a ellos y razón de ser a sus cosas.

Estúpidas, necias y falsas las fronteras que existen entre las naciones. Y aún más. Pánfilas, lilas y quiméricas las que se quieren crear.

Por mucho que lo pretendan los neomarxistas y los totalitarios, el mundo siempre recobra la libertad.

Siempre ganan los que tienen ideas propias y siempre pierden los que las quieren imponer.

Cuando te sientas derrotado busca en tu interior y hallarás muchas batallas por ganar.

Hay viejos, tan viejos, que después de la cantidad de años vividos y, la cantidad de años a vivir en proyecto, se diría que son la representación terrenal de la eternidad.

Nunca le darán la razón al que cree tenerla siempre.

La libertad para ser peor debería ser suprimida por decreto.

Nada más despreciable que la educación basada en el castigo y el miedo.

Los océanos perderían su belleza sin la acción benéfica de las olas que devuelven a la tierra, los productos con que el hombre los convertiría en un estercolero.

Al cesar la crisis, el invierno traerá de nuevo a la ciudad los astracanes, visones, armiños y martas que lucirán en el cuello y sobre los hombros de las muchachas y las señoras.

El Juicio Final es el resultado de la suma de los juicios de cada día.

Las revoluciones son la lucha de muchos para reforzar el poder de algunos.

La única justificación de la falta de valentía es la cobardía.

La lucidez ha de ser condimentada con encanto y corrección.

Vivir no es contar años sino tener experiencias y tener conciencia de ellas.

Los sentimientos siempre van más allá de las palabras porque alcanzan hasta a los irracionales.

La disciplina del espíritu dictada por uno mismo, engrandece al hombre que la practica.

No malgastes mucha energía tratando de gustar a los demás sino discurriendo como ser mejor.

Los primates dejaron de serlo cuando tuvieron pensamientos de segunda intención.

La debilidad de las ideologías, por fuertes que parezcan, está sencillamente en que se pueden abandonar las grandes ideas.

El destino de vuestros hijos puede depender que les hayáis puesto, o no, libros a su disposición.

La investigación es el mayor azote de la incertidumbre.

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