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Recordando al maestro Beteta

Con motivo del concierto anual que la Municipal de Silleda ofrece a los socios, evocamos la figura de Tomás Beteta, persona dedicada a la música cuya labor resultaría esencial en el devenir de esta banda

En las bandas de música populares, el cambio de director era una práctica frecuente y plenamente aceptada. En Silleda, tras la marcha del Maestro Beristain en 1949, va a tener lugar un hecho que marcará un antes y un después de esta laureada banda: La llegada del nuevo director, D. Tomás Beteta Yarza. Este excelente músico, director y compositor, pasará a la historia de la música popular gallega con el nombre de Maestro Beteta. Su recuerdo y su buen hacer, pasados más de sesenta años, perduran en la memoria del pueblo y de la Banda.

Nacido en Tolosa en 1911, por razones familiares, a los diez años se trasladó a Rentería, villa de la que él presumirá como su pueblo natal. Allí dio los primeros pasos en el mundo de la música, estudiando solfeo e instrumento, primero con su padre y después en la Academia Municipal. Aprendió a tocar el clarinete y lo aprendió tan bien que a los 14 años era músico de segunda en la Banda Municipal de Rentería y, a los 17 años, tras una reñida oposición, ganó en propiedad la plaza de requinto-solista, instrumento en el que era un experto. De allí pasó a la Banda del Sindicato del Espectáculo de San Sebastián, pero cuando en 1943 le ofrecieron la plaza de requinto en la Banda Municipal de Santiago, con una buena gratificación, no dudó en trasladarse a Galicia con su familia. También formó parte de la Banda del Regimiento de Zaragoza, de guarnición en Santiago. Pasados unos años dio el paso hacia la dirección de bandas, en cuyo puesto logró un nombre.

La llegada a Silleda, en palabras del músico José Suárez, se produjo del siguiente modo: "Mi padre y Marcelino (de Rellas), fueron a Cuntis para ponerse en contacto con D. Tomás, que dirigía la Banda de Bragaña. Le manifestaron el interés que tenía la Banda de Silleda en contratarle y él lo primero que preguntó fue: '¿Qué sueldo tendría? Porque aquí gano 6.000 al año, más los contratos. No es mucho, pero la gente nos regala muchas cosas del campo, de la huerta y también comida'. Le dijeron: '12.000 al año, más una cantidad por contrato'". Aquella respuesta le cogió tan de sorpresa que no reaccionaba. Rosa Mª, su mujer, que estaba oyendo la conversación le dijo: "Tomás, Tomás, haz lo que tú quieras, pero creo que nos conviene". Sin dudarlo, aceptó al momento el nuevo destino en Silleda, para una estancia que nunca caería en el olvido.

Cuando llega a Silleda, se convierte en el primer director profesional de la banda. Tiene 38 años, formación académica, experiencia y fama de director exigente, pero muy capacitado. Dirigirá la banda durante seis años, desde 1949 a 1954. Ese breve período, si bien fue corto en el tiempo, fue suficiente para dejar su impronta personal en una banda a la que transfiguró.

Se asentó en la villa, donde fue bien recibido y ocupó, una vez acondicionada como vivienda, el piso superior de la academia, junto al antiguo cuartel. El matrimonio tuvo cinco hijos: Rosa Mary, Ernesto, Lolita, Miguel Ángel y Fernando (este último nacido en Padrón).

Con él al frente, la Banda de Silleda se vio enriquecida con una serie de aportaciones, tales como lograr un equilibrio instrumental, estabilizar el número de componentes, adquirir un nuevo y variado repertorio, dotarla de un aspecto urbano y elegante, pero, sobre todo, la banda adquirió un sonido propio y un timbre especial. Consiguió más y mejores contratos, logró la incorporación de dos timbales y cuatro gaitas, se renovaron instrumentos y la preparó para competir, por vez primera, en el Certamen de Vigo de 1952. Al mismo tiempo, bajo su mandato se convirtió en una de las bandas más numerosas de la zona, al superar los 35 componentes, si bien el número fijo y estable estaba en 33.

Desde el punto de vista político y económico, conviene resaltar que en esos años el alcalde era Manuel García Cerviño (de Rellas) y, bajo su gobierno, se consiguió una subvención anual del Ayuntamiento de 15.000 pesetas. De ellas, 12.000 eran para el director, el resto para gastos de la banda. Era, sin duda alguna, una garantía y un apoyo económico importante. Se consiguió, además, que al haber más contratos y de mayor cuantía, los componentes ganasen más dinero por actuación y con mejores condiciones laborales. En estos años, cada músico pasó de ganar 50 pesetas por día de actuación, a 170 si la fiesta era lejana. Algunos veteranos aseguran que llegaron a ganar algunas veces las 200 pesetas por día.

Por estas fechas el encargado de la banda era Félix Tomé, con quien Beteta se entendía muy bien. Los presupuestos solicitados para posibles actuaciones, Félix se los presentaba a Beteta para su estudio. En cada presupuesto se fijaba el coste total por actuación, teniendo en cuenta la distancia, el kilometraje, el número de músicos, la manutención, el precio por plaza (músico) y día y horas de actuación. Una vez aceptados por la comisión de fiestas que los había solicitado, eran firmados por ambos y trasladados a la banda para su conocimiento. En muchos casos, él mismo trataba con los comisionistas para dejar bien claras las condiciones: Horario, manutención, descansos... Algunos músicos veteranos, afirmaban que en agosto de 1950 tuvieron 28 actuaciones seguidas. Este dato explica explicaría de manera gráfica y rotunda, el éxito alcanzado por la banda bajo la dirección de Beteta.

En el currículo consta que D. Tomás fue instrumentista de requinto, compositor y director. En esta faceta de director, que tanta fama le dio, conviene destacar que fue un amante de su profesión, atendiendo personalmente en los ensayos a aquellos músicos a los que se les atragantaba la partitura. Intentó que todos supiesen solfear, que dominasen la pieza y que la tocasen con sentimiento. Ensayaba con tal intensidad que, a veces, terminaba entre grandes enfados, ya que era un hombre muy temperamental. Introdujo, como novedad, los ensayos por cuerdas, con lo cual se duplicaban éstos.

Hombre amante de la disciplina, exigía puntualidad castrense en los ensayos y desplazamientos. Impuso una forma elegante en el porte, exigió limpieza y pulcritud en los uniformes. De él decían algunos músicos que "era buena persona, pero con un carácter fuerte que se manifestaba en los ensayos, en los que logró que todos tuviesen los adecuados conocimientos musicales". Impecable en el vestir, dirigía, no solo con las manos, sino con todo el cuerpo. Aurelio de Ponte (trombón de varas), lo definió con estas palabras: "Era un batutero ", dando a entender su forma de dirigir. Tenía unos movimientos armoniosos, elegantes, pero firmes, propios de quien, más que dirigir una Banda, siente y transmite la música que brota en esos momentos.

D. Tomás, como le llamaban algunos, fuera de la banda era un señor serio, bien vestido, un poco distante, que supo ganarse la simpatía y el respeto, a través de la música y de su familia, totalmente integrada en la villa. Durante su estancia como director, sus hijos Ernesto y M. Ángel, se incorporaron a la banda. En los pasacalles, abría el desfile Beteta padre y lo cerraba, un niño rubio, tocando la flauta, que era M. Ángel, su hijo pequeño.

Fueron esos años, según comentario general de vecinos y músicos, de esplendor musical, en los que confirió a la banda un sentido técnico del que antes carecía, pues no pasaba de ser una agrupación de aficionados, muchos de los cuales carecían de educación musical y algunos tocaban de oído. Al ya de por sí amplio repertorio, añadió nuevas piezas entre las que destacaron obras clásicas, folclore gallego y zarzuelas. Entre sus gustos personales destacaban los chotis que, a decir de los veteranos, era una maravilla cómo los dominaba .Entre sus composiciones destacaba Viva la farra.

Confirió a la banda un aire innovador, como el hecho de que su hijo Ernesto, siendo un niño, hiciese él solo de flauta en la obra Jaimito el flautista, subido al arcón, dada su baja estatura, para que el público lo viera. Aquellas actuaciones arrancaban aplausos y alguna lágrima. Amante de los retos, nunca rehuía la competencia con otras bandas, de las que esta agrupación salió victoriosa muchas veces. Con Beteta ganó prestigio y bajo su batuta comenzó a ser considerada, respetada y, a veces, envidiada.

Oyendo a José Costoya, a Suárez, a Joaquín y Adolfo Frade, a Aurelio y a otros músicos, a los que dirigió, todos coincidían en que no tuvieron otro director como Beteta. " Era o mais. Non houbo outro igual, nin o haberá. Era o mellor director, sin comparación. Por todo. Pola sua forma de ensaiar, de dirixir, de levar a banda... Púxonos disciplina, puntualidade e cando nas festas nomeaban a Banda de Silleda e a Beteta, as outras bandas poñíanse a temblar...".

A pesar del cariño, del respeto, del éxito obtenido y de los obsequios que recibía por parte de los músicos y gentes del pueblo, el sueldo resultaba escaso. Y, cuando le llegó una jugosa oferta de la Banda Municipal de Padrón, no dudó en aceptarla. Finalizada la temporada, en 1954 dejó la banda. Sin embargo, ni él olvidó a Silleda, ni Silleda olvidó al Maestro Beteta. Su nombre permanecería ligado al pueblo y a la banda, como sinónimo de pasión por la música y de grandes éxitos. Su recuerdo permanece en la memoria de los mayores, en la historia de esta banda y en los anales de las bandas de Galicia.

Entre las personas que siguieron manteniendo un estrecho contacto con el maestro tras su marcha, destaca la familia de Felix Tomé, quienes iban a visitarle a Padrón. Y cuando Ernesto Beteta vino como director a la Banda de Silleda, recomendado por su padre, Félix, junto a otros músicos, fue la mano derecha de aquel jovencísimo director.

Hay nombres o apellidos que aparecen ligados a un pueblo o a una profesión. En este caso, el apellido Beteta aparece ligado y, por partida doble, a la música, a las gentes de Silleda y, en especial, a la Banda de Música Municipal, a la que convirtió en una de las grandes de Galicia.

El tan acertado logo de la Banda y de la EMMS, Silleda: pobo e música, que tan bien retrata la pasión de nuestra gente por la música, bien pudiera aplicarse a aquellos años, en que el pueblo vibró con la banda bajo la batuta del Maestro Beteta.

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