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De vuelta y media

El homenaje a Bóveda

La oposición democrática dio hace cuarenta años los primeros pasos firmes para instaurar el 17 de agosto en Pontevedra como "Día da Galicia mártir"

Alexandro Bóveda Iglesias fue la primera personalidad relevante que tras la muerte de Franco aglutinó en Galicia a las llamadas fuerzas políticas de la oposición democrática en un homenaje unitario a su gran legado histórico.

Aquel conglomerado heterodoxo de socialistas, comunistas y galleguistas principalmente, no esperaron para reivindicar su figura ni un año desde la proclamación del Rey Juan Carlos, ni apenas un mes desde la designación de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno en sustitución de Carlos Arias. Así empezó a gestarse en 1976 la implantación del "Día da Galicia mártir", coincidiendo con la fecha del fusilamiento de Bóveda en A Caeira el 17 de agosto de 1936.

Tal conmemoración está normalizada ahora, pero hace exactamente cuarenta años constituyó un abierto desafío de resultado incierto.

Lamentablemente el camino andado desde entonces abrió un abismo infranqueable entre aquellas fuerzas políticas, que ahora celebran por separado su particular homenaje a Bóveda, de quien todas se proclaman herederas y cuyo legado reclaman como propio, tal y como acaba de suceder el pasado miércoles.

Un responso religioso por un sacerdote sin nominar, una lectura de poemas por Salvador G. Bodaño, Manuel María y Lois Diéguez, y unas intervenciones de Xaime Isla, Xosé Manteiga, Carlos M. Alonso, Francisco Rodríguez y Xesús Vega. Todo esto incluía el homenaje previsto el 17 de agosto de 1976 ante la tumba de Bóveda en el cementerio de San Mauro, incluido el despliegue de banderas gallegas y la colocación de coronas de flores.

Los convocantes ofrecieron un servicio de orden para evitar cualquier altercado, así como la exclusión de pancartas de cualquier tipo. Sin embargo, estas garantías no parecieron suficientes ni tuvieron, por tanto, el efecto deseado ante el Gobierno Civil, pese a su divulgación pública a bombo y platillo.

Benito Sáez González-Elipe, un falangista convencido en proceso de adaptación a la nueva situación política, llevaba menos de un mes como gobernador civil de esta provincia. No obstante, disponía de bastante experiencia por haber desempeñado hasta entonces la misma función en Alicante. Allí no le tembló la mano a la hora de denegar la organización de varios actos que terminaron celebrándose contra viento y marea por el irrefrenable impulso democrático. Aquí pasó lo mismo.

El Gobierno Civil anunció su prohibición setenta y dos horas antes de la anunciada celebración. Además de argumentar el incumplimiento de algunos requisitos burocráticos, subrayó como motivo principal de su rotunda negativa "el respeto debido a la paz del lugar, que se vería perturbada por la intervención de nueve oradores y las molestias que se ocasionarían a los visitantes ajenos al acto".

La nota oficial aludió también a "la oposición de la familia del señor Bóveda"; un supuesto rechazo que no tardó nada en verse convenientemente desmentido.

La familia de Bóveda aprovechó otro homenaje organizado el 16 de agosto en el Colegio Médico Provincial, con las intervenciones de Gonzalo Adrio Barreiro, Indalecio Tizón Covelo y Ramón Valenzuela Otero, para poner al respecto los puntos sobre las íes:

"A familia de Alexandre Bóveda quere deixar craro que no se opón a ningún sito para lembrar a súa memoria", decía una nota pública, en donde solo puntualizaba un deseo de conocer previamente la organización de cualquier acto o celebración al respecto. "A todos cantos honran o recordo de que somos sangue -terminaba-, noso fondo agradecemento, pois para nós supón unha obriga que non ten que ser espricada".

Aquel rechazo gubernamental generó la aparición de pintadas alusivas en diversas calles pontevedresas. La realización nocturna de una de esas pintadas por parte de varios jóvenes en la calle Real desembocó en un altercado con agresión a un ciudadano que supuestamente afeó su contenido. Después de pasar por la residencia Montecelo para recibir atención médica, José Manuel Mirón presentó la correspondiente denuncia.

Al día siguiente las "mocedades" del Partido Socialista Galego (PSG) se dieron por aludidas y defendieron las pintadas como "medio de expresión e nunca como medida coercitiva ou amedrantadora". Pero rechazaron su intervención en la agresión a un "pacífico ciudadan" y responsabilizaron del asalto a "bandas feixistas" de carácter incontrolado. Afortunadamente la sangre no llegó al río y el incidente se redujo a un hecho aislado, sin mayor proyección.

Finalmente el 17 de agosto de 1976 no hubo el acto convocado y prohibido como tal. Sin embargo, en su lugar se celebró una concurrida ofrenda floral, encabezada por Amalia Álvarez Gallego, viuda del homenajeado.

Además de los ramos y las coronas de flores, que depositaron los representantes de diversas fuerzas políticas, también se colocó una placa con la firma del propio Bóveda que diseñó antes de morir y la leyenda siguiente: "Alexandro Bóveda, 17-8-1936". El rezo de un responso puso fin al acto, que concluyó sin ningún altercado, ni intervención policial alguna.

La respuesta pública a la prohibición gubernativa llegó poco después, en forma de manifestación convocada para las siete y media de la tarde en la plaza de la Herrería.

Desde dos horas antes varios jeeps de la Policía Armada se pusieron en acción y recorrieron las calles más céntricas para dispersar a los participantes. Grupos de jóvenes corrieron de un lado para otro y trajeron en jaque a los "grises", lanzando octavillas en recuerdo de Bóveda y dando voces reivindicativas hasta las nueve de la noche. A partir de entonces retornó la calma sin practicarse detenciones, según las crónicas periodísticas.

Los abajo firmantes de aquel homenaje frustrado a medias anunciaron una semana después la presentación de un recurso formal ante el Ministerio de la Gobernación por la negativa recibida. La principal tesis del recurso se centró en poner de manifiesto que dentro de un cementerio y fuera de su horario habitual, difícilmente podía alterarse el orden público por parte de personas previamente identificadas.

No consta ninguna respuesta ministerial a aquel escrito reivindicativo. Pero a Benito Sáez González-Elipe no debieron sentarle nada bien los aires pontevedreses puesto que solo duró cuatro meses al frente del Gobierno Civil.

La iniciativa promovida entonces no cayó en saco roto. Pronto adquirió carta de naturaleza y cuarenta años después sigue hoy viva y muy viva, aunque cada grupo político por su lado, mientras la familia de Bóveda se esfuerza por contentar a todos y agradecer sus homenajes.

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