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OPINIÓN

¿Y ahora qué?

Mariano Rajoy podrá ver esta noche el partido España-Italia mucho más tranquilo que ayer. Él, y solo él, tiene motivos para la satisfacción tras el 26-J. Es el ganador y eso es lo que importa. Que España lleve seis meses sin un gobierno real y que vaya a necesitar otros cuantos más para intentar cerrarlo son gajes del oficio. O sea, los efectos del egoísmo, la soberbia, la vanidad, el tacticismo, el inmovilismo y el interés personal de una clase política que ha dado sobrados motivos para alimentar el desistimiento y la desconfianza generales. Pero ¿a quién le importa eso hoy?

Porque hoy Mariano puede mirar a los ojos al socialista Pedro Sánchez, al podemista Pablo Iglesias y al ciudadano Albert Rivera y espetarles: "¿Y ahora qué, chavales? ¿Quién se tiene que ir para su casa: yo o vosotros?" Y no le faltará razón. Porque si estas elecciones han dejado algo diáfano es que Rajoy es el que cuenta con más apoyos. Sí, es verdad, ya lo era, pero tras medio año de peleas, disputas, insultos y escandalazos de corrupción, hoy la autoridad política y legitimidad democrática de Mariano son más sólidas que ayer. Y la de sus rivales, no.

Como unas terceras elecciones colocarían a España en una situación de bochorno internacional digna de entrar en el libro Guinness -seríamos en política como Burundi en baloncesto-, lo razonable (uno de los adjetivos fetiche de Rajoy) es que los partidos sellen un pacto. Y que lo hagan cuanto antes. Sin vetos ni a personas ni a siglas. Con la economía todavía al ralentí, la sombra de la crisis acechando y un escenario internacional incierto y amenazador -aún están por verse los efectos reales del Brexit-, el país no se puede permitir otros seis meses de inestabilidad y de riesgo. Es el momento de dialogar, acordar y ponerse a gobernar. El time out que los políticos habían solicitado a los españoles ha concluido. A ponerse las pilas.

Los ciudadanos han hablado por segunda vez en medio año. Ya no se les puede pedir más. Su paciencia ha sido infinita. Ahora toca a otros asumir su responsabilidad. Los resultados son hoy más claros que el 20-D, así que nuestros sedicentes líderes políticos deberán dejar de verse en su espejos partidarios, tomar nota de lo votado y responder de una vez a una cuestión simple: ¿están en política para servir a la sociedad o a sí mismos? Si son capaces por fin de despejar ese interrogante, lo demás será más fácil. Muchísimo más que el partido que hoy La Roja disputará contra los azzurri. Un choque que don Mariano verá en La Moncloa fumándose un sabroso puro.

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